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Desde la antigüedad, el ser humano ha querido conocer cuánto pesa verdaderamente nuestra alma, o, si acaso existe. Desde filósofos hasta investigadores han insinuado varias hipotesis sobre esta interrogante.

Desde hace miles de años se ha investigado sobre la existencia del alma y el peso que esta agrega al cuerpo humano, ofreciendo distintas interrogantes sobre la misma.

La primera y la más obvia de todas ¿El alma hay? Y si es real ¿Su existencia es material? En suceso de además ser afirmativa esta contestación, debería tener un peso, como cualquier masa en el planeta.

en cambio, hay una factible contestación para esto; el alma pesa 21 gramos. Pero ¿Por qué se ha llegado a esa conclusión?

El peso del alma ¿Verdaderamente son 21 gramos?

Crédito: pikist.com

Duncan MacDougall, un doctor en medicina, se propuso en el año 1907 que descubriría si alma hay o no.

Empezó un experimento con 6 personas distintas en su lecho de muerte, el cual consistía en pesarlas instantes anteriores a su muerte y después de la misma.

El doctor reveló que las 6 personas, de una forma incomprensible, pesaban 21 gramos menos después de fallecer. De esa forma, MacDougall afirmó que ese peso faltante se debía al alma que abandonaba sus cuerpos físicos.

evidentemente, el experimento de este médico no fue bien recibido debido a varios fallos; el primero y más obvio de todos fue que 2 de las 6 personas no pudieron ser pesadas correctamente debido a contratiempos técnicos.

Diferentes dos fueron no encontrando peso paulatinamente hasta después de la muerte y otro recobró el peso que había perdido. asimismo, la cifra «21» tampoco era exacta.

De hecho, este fenómeno se puede aclarar por los cambios que sufre la composición de la sangre o cuando varios equipos del organismo dejan de funcionar.

Ya para la era, el físico Augustus P. Clarke explicó que, inclusive, la pérdida de sudoración de la persona muerta podría aclarar la ausencia de esos 21 gramos.

La veracidad del experimento MacDougall

Duncan MacDougall

Aunque se demostró que el experimento tenía varias inconsistencias y errores al instante de medir a los sujetos de evidencia, el mismo se publicó en distintas medios de comunicación.

Velozmente los resultados eran tapas de diarios y primicias en noticieros, lo que ayudó a que este mito se esparciera como la pólvora. De hecho, fue tal la viralización, que esta hipotesis empezó a ser aplicada en obras literarias, películas y más.

MacDougall hizo el mismo experimento en perros, dando resultados completamente negativos. Su conclusión más «lógica» es que los perros no poseían alma.

De hecho, demasiados investigadores en el presente acusan a MacDougall de realizar sus experimentos con un sesgo religioso; utilizando su creencia para llegar a ciertas conclusiones, como la carencia del alma en los perros.

Una vez más, Clarke, refutó los resultados del experimento con los caninos, exponiendo que los perros no poseían glándulas sudoríparas, por lo que no se incrementa la sudoración a su muerte y, por lo tanto, no hay pérdida de peso.

Aun así, Augustus jamás llegó al tener el nivel de popularidad al que llegó MacDougall, por lo que el planeta se «habituó» a la hipotesis del último como verídica.

No hay forma de probar si alma posee peso o no

Incluso no existe un ensayo investigador que garantice la existencia del alma. Crédito: who.com

A pesar de que sus conclusiones se habían convertido en «verdad», MacDougall continuó haciendo experimentos. Todos ellos dieron resultados distintas y negativos.

Es por ese motivo que no se puede asegurar cuánto pesa el alma, ni siquiera si hay alguna (al menos desde llegar al punto de vista investigador). El principal error del médico fue considerar al alma, de hecho, como algo físico que se puede medir como cualquier otro.

asimismo, la evolución constante de la ciencia nos prueba que tal experimento no es viable, de hecho, ninguna hipotesis lo es.

Otro error fue la concepción que tenía sobre la muerte, pues esta no sucede de una sola forma. Varios investigaciones han comprobado que, inclusive minutos después de fallecidos, el cerebro puede continuar teniendo actividad.

Esto se debe a que aun hay nutrientes en el cerebro, el cual continuará funcionando hasta que se agoten. MacDougall no tenía ningún instrumento para monitorear el cerebro en 1907, por lo que no podía conocer el instante exacto de la muerte de sus sujetos de evidencias.

Como podemos ver, no hay forma alguna de conocer cuánto pesa el alma, si quiera conocer si esta hay, aunque sería muy interesante que los experimentos continuaran con la auxilio tecnológica que poseemos hoy en dia.

Por Alejandro