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La misteriosa colección del Padre Crespi: «Un Museo de Vestigios Atlantes» – 

Hace más de una década mientras me encontraba redactando un artículo, una antigua historia volvió a cruzarse en mi camino. Fue cuando me topé con el enigma de Tayos, que Erich von Däniken popularizara en su texto, «El oro de los Divinidades» allá por 1972, siendo uno de sus primeros best sellers. Aquel trabajo que lo catapultara a la fama universal, descubriría en paralelo furiosa controversia, hoy en dia incluso viva. La inclusión de un intrigante material a color, donde von Däniken presentaba hermosas piezas, de un origen inclasificable en lo histórico, pertenecientes a un museo salesiano en Ecuador, puso en el alerta al planeta.

Y es que la llamada Colección Crespi quitaba al aliento, iniciando a partir de por lo tanto, su fama como uno de los tesoros sudamericanos más asombrosos.

Carlos Crespi Croci, y un museo de película

Carlos Crespi Croci, y un museo de película.  

Invito al lector a conocer pormenores, de una de las historias más llamativas en cuanto a misterios.

El Salesiano Rebelde

“Cuando estudiaba en el Colegio San Ambrosio, habíame recién adormecido y la Virgen me enseñó una escena: por un lado el demonio quería agarrarme y arrastrarme; por otro el Divino Redentor, con la cruz me mostraba otro camino. Luego me vi vestido de sacerdote con barba, subí a un viejo púlpito teniendo a mí alrededor una multitud de personas ávidas de oír mi palabra. El púlpito no se hallaba en una Iglesia sino en una cabaña. Inmediatamente me desperté, varios compañeros de dormitorio que estaban incluso despiertos, oyeron mi prédica y al día siguiente me lo contaron”. Padre Carlos Crespi.

Temprana fotografía de Carlos Crespi, retratado en 1926

Temprana imagen de Carlos Crespi, retratado en 1926.  

Carlos Crespi Crocce nace un 29 de mayo de 1891 en Legnano, Milán (Italia). Hijo de una familia numerosa, a los 15 años pidió ser incorporado como novicio en el Colegio Salesiano de Turín. Durante sus años de formación aprendió filosofía, ciencias naturales, matemáticas y música.

El Instituto Cornelio Merchán Tapia, que desde 1936 hasta 1962, fue sede del Museo Crespi

El Instituto Cornelio Merchán Tapia, que desde 1936 incluso 1962, fue sede del Museo Crespi.  

En 1923 arriba con un contingente de salesianos al Ecuador, que se convertiría en su residencia concluyente. Se establece en Cuenca, provincia de Azuay (oriente meridional), erigiendo su base de tareas en la Iglesia María Auxiliadora. Su aporte a la zona es inmenso:

Construye puentes, caminos de herraduras, escuelitas para los hijos de los colonos y más tarde funda además talleres de carpintería y mecánica.

Lleva energía eléctrica a los zonas olvidados, y incluso se da tiempo para incursionar en el cine, filmando películas documentales, dedicando una de sus primeras producciones a enseñar a los indios colorados, ‘Los invencibles Shuaras en el Alto Amazonas‘, 1927, que proyectó en varias ciudades de Ecuador al igual que Europa, permitiéndolo recaudar dinero para continuar con su obra”.

Pero este sacerdote incansable, poseía una afición casi desconocida para una gran mayoría de ecuatorianos, la Arqueología, que databa de su epoca como estudiante en la Universidad de Milán, anteriormente de ingresar a la Orden Salesiana. Según testimonios, Carlos Crespi empezó la organización de su conocido Museo en 1931, aunque diferentes voces hablan de 1935. Seguramente sea este último año, coincidente con la fundación del Instituto Cornelio Merchán Tapia, en la ciudad de Cuenca, donde Crespi realizaría la mayor parte de su obra, sobre todo educativa.

Instantánea de Crespi captado, contemplando con ojos pensativos, su inclasificable colección

Instantánea de Crespi captado, contemplando con ojos pensativos, su inclasificable colección.  

Un descubrimiento casual mientras se realizaban excavaciones para edificar el imponente Instituto Merchán Tapia, disparó sus ansias por contar con un reservorio de material arqueológico, que tomara como inspiración, el Museo Egipcio de Turín, uno de los más importantes en Italia.

Es así que Crespi inicia una ambiciosa recolección, que tiene a la comunidad indígena como uno de sus principales proveedores. Aunque no serán los únicos. Diferentes donaciones provendrán de agricultores locales, coleccionistas privados, artesanos, y huaqueros, además de aportes personales del propio Crespi, traducido en compras, al igual que descubrimientos realizados durante exploraciones. En verdad Crespi aprovechó su empuje arqueológico, ante la propia indiferencia oficial, poco interesada en el rescate de la herencia indígena. Lentamente la colección fue tomando vida, creciendo a pasos agigantados. en cambio los contratiempos no tardaron en surgir, alimentados por la carencia de cosmos, y el poco tiempo empleado por Crespi debido a sus propios deberes clericales, que impedían una mejor supervisión de esas piezas.

Enigmáticas piezas Crespi, captadas en los setenta

Enigmáticas piezas Crespi, captadas en los setenta. 

Crespi inicia una acumulación sistemática, que va a carecer de cualquier clasificación y datación concisa. En concluyente, un ensayo serio que procure brindar información detallada, sobre de los objetos. Nada de esto ocurrió. sin embargo, el Museo empieza a recibir atención, y se transforma en la comidilla local ante los artilugios expuestos, incongruentes con las culturas tradicionales referenciadas en el interior del propio Ecuador, al igual que el resto de Sudamérica. Ya por esa era Crespi comienza a dar figura a una idea personal, donde una antigua globalización precolombina habría alcanzado gran tráfico en el pasado de América, siendo Medio Oriente, Asia y África alguno de sus ejes principales.

Que un sacerdote expresara abiertamente estas ideas, se observó como una provocación, sobre todo entre los historiadores locales, donde una América comunicada interfería con un pasado de aislamiento. Diferentes actores además manifestaban su fastidio, como como ejemplo el propio Vaticano, que empezó a inquietarse ante la audacia de uno de los suyos. Las represalias no tardaron en manifestarse.

El raro incendio del Museo Crespi. Atentando contra el lado incómodo de la Cronica

En 19 de Julio de 1962 un voraz incendio nocturno, atacó las instalaciones del enorme edificio Instituto Cornelio Merchán Tapia, donde en tres salas, Carlos Crespi poseía almacenado su Museo. Ecuador estaba viviendo épocas convulsionadas en lo político, alarmado por el triunfo cubano, y la creciente tensión con Estados Unidos.

Imágenes del incendio que en 1962 hiciera arder al hermoso edificio, Instituto Cornelio Marechán Tapia. ¿Fue obra de un atentado?

Imágenes del incendio que en 1962 hiciera arder al hermoso edificio, Instituto Cornelio Marechán Tapia. ¿Fue obra de un atentado? 

Tan sólo meses después se produciría la crisis de los misiles, que llevaría esta animosidad al máximo. Lo cierto es que Ecuador internamente se veía afectado con esta situación, con un presidente, Carlos Julio Arosemena Monroy, que resultara luego derrocado por una junta militar. se comenta que este alzamiento contó con la infiltración de la CIA, como lo denunciara más tarde el informante Philip Agee en su texto, «Inside the Company: CIA Diary», publicado en 1975, y texto prohibido en el Ecuador.

En el interior de este contexto la Iglesia Católica ecuatoriana, ejercía un feroz anticomunismo, que veían como una exaltación del ateísmo repudiado, practicando además, conservadurismo a ultranza. La Orden Salesiana que desde el siglo XVIII poseía una presencia activa, recibió un duro golpe en 1860 cuando fuera expulsada del Ecuador, ante diferencias políticas. sin embargo en 1900 se produjo un vuelta triunfal, al ganar un juicio que les consintió recuperar bienes incautados.

Su papel en Ecuador tiene como objetivo acentuar la evangelización indígena, (que varios ven como una figura de dominación, y colonización encubierta), recibiendo para su tarea apoyo local. Teniendo en cuenta estos puntos, podemos comprender aquel incendio incluso recordado, fue provocado en parte por estos factores detallados, pero hay varios datos que introducen más tensión. La Colección Crespi había empezado a ser una real molestia, no solo para el Vaticano, sino para diferentes actores encubiertos, molestos quizás, por la irrupción de ésta cronica alternativa desplegada por el inquieto salesiano.

Crespi sosteniendo famosa plancha de estilo hindú, grabada con 52 símbolos. Sin dudas, uno de los objetos más icónicos del desaparecido Museo

Crespi sosteniendo famosa plancha de estilo hindú, grabada con 52 símbolos. Sin dudas, uno de los objetos más icónicos del desaparecido Museo. 

Aunque las pérdidas fueron cuantiosas en cuanto a la estructura edilicia, la Colección Crespi sufrió algunas consecuencias, pero no tantas como se suele contar, logrando en su mayor parte sobrevivir al desastre. Durante la realización de mi texto sobre Cueva de los Tayos. Secretos Subterráneos de los Mundos Olvidados, 2016, logré localizar un escrito de interés, pluma del propio Crespi, resultando en una carta reveladora, escrita un mes después de los sucesos, y remitida al Dr. Antonio Santiana, presidente de la Sociedad de los Amigos de la Arqueología en el Ecuador, testimoniando lo siguiente:

El museo arqueológico se defendió de una figura heroica. El magnífico salón de los cobres, de las lápidas funerarias con redacción antigua, cientos de objetos de alfarería, en total 5.000 objetos se salvó totalmente, este estando en un salón de cemento armado, el museo de piedras además se salvó casi todo y varios monolitos de varios quintales se partieron después del incendio: el último pedazo está bien guardado en un parque y ya se está reconstruyendo, debido a la oferta generosa del señor Di Capúa, ya se improvisó otro museo y las miles de piedras intactas figuraran para el 10 de agosto.

Conclusiones: el gran museo de alfarería y oro fue salvado todo, el gran museo de cuadros artísticos y esculturas intacto, intacto además el gran museo de cobre y alfarería selecta, salvado el museo de cuadros del corredor en un 80%, quedando por remendar varios monolitos pesadísimos, salvado todo el museo orientalista de las llamas, pero dañados demasiados pájaros por el agua y no pocas aves robadas en una minga 3 días después del incendio, los cuadros artísticos de poco valor se quemaron, digo de poco valor pues en 25 años de exposiciones en el Teatro, apenas me daba cuenta de alguna buena pintura la retiraba de los corredores y la guardaba en un deposito especial que quedó intacto”.

Pero como dijimos, ¿tan sólo la animosidad anticlerical provocó el fatal incendio, obra de los activistas comunistas, según dicen varios, o podemos atribuir el intento de destrucción, a otra cosa menos evidente? Y regresamos a lo mismo ¿se había convertido el Museo en una afrenta para ciertos intereses históricos inamovibles? Ya demasiado anteriormente de estos sucesos, robos ocasionales se habían intensificado. Podemos pensar los mismos como obra de coleccionistas privados, ansiosos por hacerse con éste material apócrifo.

Diferentes informes recolectados por esta autora, sugiere la existencia de un complot por parte de los propios salesianos, aunque lo mismo suene a incongruencia. Descartando esta teoría, ¿quiénes y por qué? Por supuesto cuestiones incómodas. Lo cierto es que luego de estos acontecimientos, Carlos Crespi, tomaría recaudos en cuanto el resguardo de su inclasificable tesoro, llevando a depositar las pruebas más caras (aquellas piezas realizadas en metales valiosos, como como ejemplo, oro y diferentes metales preciosos) en caja fuerte de bancos. Nacerían además los duplicados, que confundirían a los investigadores, llevando a bautizar aquellas piezas, «como simples baratijas». Ignoraban cuán equivocados estaban.

Vestigios Atlantes en los Andes

Luego de la quema intencional, el Museo Crespi retoma lentamente sus actividades, apoyado por una rápida reconstrucción de las principales instalaciones. El nuevo museo sería albergado en el sótano de la Iglesia María Auxiliadora. Una serie de icónicas visitas por partes de estudiosos extranjeros, interesados en contemplar la colección in situ, legarán algunas interesantes reflexiones. Quién primero cogió protagonismo fue Pino Turolla. De origen yugoslavo, Turolla (1922-1984), era de noble ascendencia y contaba en su currículum con un título nobiliario. Fue combatiente en la segunda guerra mundial al lado de tropas inglesas. Finalizada la contienda, se trasladó a Miami (USA), donde se dedicó a la exploración submarina. Turolla afirmaba en la existencia de la perdida Atlántida, y buscaba pistas de esta civilización desaparecida. Centró su búsqueda en Bimini, para después trasladar el centro de operación a los Andes.

Para 1965 empezó a trabajar en las regiones amazónicas del Ecuador y Perú, examinando zonas incluso por lo tanto inaccesibles. En una de sus recorridas, fue puesto al tanto de la Colección Crespi y se dirigió a visitarla. Poco tiempo después, Turolla público un texto, «Más Allá de los Andes: mi búsqueda de una civilización pre-inca» (1980), que en uno de sus capítulos retrataba los resultados de su encuentro con el sacerdote. Sencillamente Turolla no creyó en Crespi, y el desorden de la colección lo llevó a pensar que el sacerdote no se encontraba en sus cabales.

El conde italiano Pino Turolla, quién legó un informe muy negativo sobre el Museo Crespi, durante su visita en la década del 60'

El conde italiano Pino Turolla, quién legó un informe muy negativo encima del Museo Crespi, durante su visita en la década del 60′. 

Poco después arribaría una celebridad mayor, el Dr. Joseph Manson Valentine, (1902-1994), biólogo marino y descubridor de la célebre carretera de Bimini, supuesto vestigio atlante allá por 1968. Valentine, quién más tarde alcanzaría repercusión a través de la difusion de los libros de su amigo Charles Berlitz, que popularizara sus descubrimientos, hizo una visita al Museo Crespi, creyendo avisar en la colección vestigios de la desaparecida Atlántida. Legó sus impresiones en un trabajo Men Of Good Faith. The Carlos Crespi Collection, Cuenca, Ecuador, que diera a conocer en el prestigioso New World Antiquity.

Publicado en el número de Ene-feb 1968, escasos meses después en setiembre de ese mismo año, el planeta se asombraría con su anuncio de una carretera atlante, bajo las aguas del Caribe. Manson Valentine sería continuado por Richard Wingate, (1933-2011), quién a petición suya se reuniría con Carlos Crespi. Calificado como investigador minerólogo, explorador, conocimientos en arqueología submarina, ésta última consigna lo llevarían a la búsqueda del continente perdido revelado por Platón, en sus célebres diálogos. Wingate alegaría descubrimientos en Bahamas, donde manifestó detectar edificios bajo el mar. Su primer acercamiento al Museo tuvo lugar en los setenta, y que una década más tarde retrataría en su célebre texto «The Lost Outpost of Atlantis», 1980. Allí dejaría impresiones escritas, y fotográficas sobre lo contemplado, de naturaleza imborrable.

Yo estaba asombrado por su gran colección de artilugios. Había unas cuantas series, de lo que parecían ser reluciente trajes dorados de armadura de gala inca, al lado a cascos de oro de estilo caldeo, y placas de oro con inscripciones de un alfabeto lineal, más tarde identificados como proto-fenicio por el maestro Barry Fell. Se apilan al azar en el piso, rojos escudos de cobre, mucha cerámica, láminas, y rollos de metal de color plata, diferentes enchapados en oro, engranajes insolitos y ruedas, tubos de latón peculiares sin enroscar. Dispersos entre el oro, placas que simbolizan dinosaurios. “El tesoro del soberano Midas apilado en la selva, pensé”.

La recordada visita del estudioso norteamericano al Museo Crespi en los setenta, Richard Wingate uno de los grandes atlantólogos de su época

La recordada visita del estudioso norteamericano al Museo Crespi en los setenta, Richard Wingate uno de los grandes atlantólogos de su era. 

El interés ante lo contemplado, llevó a Wingate a prolongar su estancia ecuatoriana, haciéndolo incursionar en el Museo tres veces más. Como apunte crucial, además del atentado que sufriera la colección en 1962, el investigador se hace eco de otro incendio, el cual se habría registrado en 1974, sin contar con los robos ocasionales.

Aunque en su instante, Crespi minimizó los daños de su colección a provoca de estos siniestros, le admitió a Wingate que parte de los tesoros si fueron afectados, lo cual llevó a una reducción de su valor, evidenciándose un deterioro pronunciado. igualmente le señaló que como una figura de preservar el patrimonio, las piezas más importantes fueron apartadas, siendo desde por lo tanto custodiadas en la caja fuerte de un Banco. Como resultado, se produjo una duplicación de las pruebas originales, develando la desconcierto posterior.

Sobre de los orígenes del tesoro, Wingate recoge lo siguiente:

Cuando el padre Crespi y sus excavadores indígenas hablan de los zonas donde se localizan sus artilugios, explican pirámides gigantes, templos e enormes ciudades desiertas. igualmente de fantásticos túneles sagrados y cuevas. Las ciudades, dicen, aun brillan con una luz azulada. Los túneles son, según informes, suficientemente grandes para conducir en su interior incluso una locomotora. Entradas y paredes, que según los nativos, son tan suaves como el cristal. Los Tayos, a decir de Crespi, además serían de la partida”.

Enormes tiras de aluminio que Richard Wingate localizara dentro del Museo ¿Evidencias Atlantes?

Colosales tiras de aluminio que Richard Wingate localizara en el interior del Museo ¿Pruebas Atlantes? 

En sus conclusiones finales, arriesga la hipotesis que demasiado de los tesoros estarían relacionados con el legado atlante, pudiéndose ver inclusive remanentes de tecnología avanzada. Estas deducciones derivaban sus fuentes de escritos teosóficos, al igual que de las lecturas proféticas legadas por Edgar Cayce. Uno de los ejemplos que más impactaba en su texto, era el retrato de extensas tiras de metal, bautizadas como serpientes de aluminio, jamás anteriormente observadas en diferentes registros de la colección, rescatadas de la selva debido a la intervención indígena. Según Wingate, este material encontraba su relación en un viejo tratado de Annie Bessant y C.W. Leadbetaer, (1913) «El Hombre. De dónde y cómo vino ¿A dónde va?».

Cuenta Wingate:

En la era a que alude nuestra información, los residentes del Perú no conocían nuestro arte del dorado, pero eran sumamente hábiles en forjar anchas y delgadas planchas de metal, por lo que no era raro que las paredes de los templos estuviesen totalmente revestidas de planchas de oro y plata, cuyo espesor acostumbraba medir seis milímetros y se las amoldaba a los delicados relieves de la piedra, como si hubiesen sido de papel, de modo que, desde nuestro moderno punto de vista, un santuario era frecuentemente depósito de indecibles riquezas”.

Estas visiones de un continente desaparecido vinculado al tesoro Crespi, serán compartidas además por János Móricz, quién vinculará sus propios descubrimientos en Cueva de los Tayos, con la tesis atlante, tal como lo revelara en una vieja entrevista de 1978, compartiendo lo siguiente:

Después de diversos observaciones y de incesantes investigaciones vinculadas con el sistema de túneles, he llegado a la conclusión que hay un mundo subterráneo en las entrañas de la cordillera de los Andes. Este sistema tiene, de hecho, gran cantidad entradas distintas. Algunas de ellas están obstruidas, diferentes están abiertas pero continuamente son gran cantidad las vías de acceso. En alguna parte allí abajo hay objetos y reliquias del pasado remoto. Estoy hablando de muchísimos años, miles de años, de una era muy anterior a la existencia de los gigantes. Hay carros de guerra en ciertos zonas, remanentes de antiquísimas culturas y objetos que nos recuerda vivamente lo que sabemos sobre de la Atlántida”.

Carlos Crespi, apóstol de los pobres. El santo de Cuenca

Carlos Crespi, apóstol de los pobres. El santo de Cuenca. 

En mi extensa investigación de casi una década, me encontraría con una pista sugerente sobre del origen de algunas piezas del controversial Museo Crespi, deparándome alguna que otra sorpresa. Veamos.

La Sombra de Lemuria

Ocurrió cuando en el 2009 encontré el sitio Ancient Tresaures Hunter, del estudioso norteamericano Steve Shaffer, donde di con piezas jamás anteriormente observadas de la colección Crespi. Este inverosimil material fotográfico mostraba una serie de objetos, cuyos grabados semejaban a culturas de Oceanía, acompañados por la siguiente leyenda:

Las imagenes que se exponen aquí, son parte de una gran colección de Cuenca, Ecuador recolectados por los indios locales y llevados al Padre Crespi. El sacerdote poseía una habitación llena de objetos de oro, de todas las formas y tipos, incluyendo; estatuas, discos solares, vasos, ollas y platos, y tambien, criaturas modeladas y cubiertas con pan de oro. Demasiados de los artilugios vinieron de las cuevas y ruinas, de un santuario antiguo en el interior del área de la parroquia. En Paute, trabajadores que estaban construyendo una carretera desvelaron accidentalmente un vasto santuario de la cueva. La topadora cortó un lado de la colina abriendo un agujero en la cueva. Un hombre fue enviado para investigar al interior, pero no salió. Otro hombre fue enviado, y tampoco regresó. Se buscó por lo tanto al sacerdote, quién reconoció el inconveniente en seguida, dando instrucciones a los trabajadores para realizar otro agujero, para así ventilar la cueva por un día. Luego de eso al día siguiente, el sacerdote y varios de los trabajadores entraron a la cueva, buscando los dos hombres perdidos.

Inquietantes grabados que fueran retratados por el célebre ufólogo, Wendelle Stevens. ¿Restos de Lemuria?

Inquietantes grabados que fueran retratados por el célebre ufólogo, Wendelle Stevens. ¿Remanentes de Lemuria? 

Para su sorpresa, se localizó en el interior de la cueva, con un santuario albergando un tesoro de alguna civilización perdida desde hacía demasiado tiempo en el pasado. Vio una serie de Tikis gigantes, tallados en guayacán. Grandes ollas de barro, y algunas botellas de almacenamiento de arcilla. Bajo gran cantidad pulgadas, casi un pie de profundidad en varios puntos de guano de murciélago, el sacerdote, localizó tabletas de oro macizo, promediando unos ocho a doce pulgadas de largo, por seis a nueve pulgadas de ancho, grabadas en relieve hondo, incluso tres cuartos de pulgada de espesor. Estas placas parecían ser piezas de fundición de arena, a las cuales se les había frotado un fino acabado reluciente de un lado, quizá, con palos de guayacán, brindándoles así una terminación casi de joyería en el frente. El dorso de las piezas, tenían una producción de oro de metal no terminado o revestido de cualquier forma. Estas planchas de oro estaban tasadas entre treinta a cincuenta libras, dependiendo de su tamaño. En algunas de estas placas, mayoría de oro y plata, se les incorporaron piedras preciosas como rubí, zafiro y esmeraldas, introduciéndolas en pequeñas cavidades en el interior del metal. Las escenas representadas en estas placas parecían aludir a una civilización desconocida, quizá pacífica en su origen. El estilo y la disposición de los muebles, ropa usada, y los peinados mostrados en las figuras humanas, no se ajustaban a ninguna sociedad conocida para ellos”.

Según lo evidenciado, el descubrimiento tuvo lugar en el cantón de Paute, situado a cuarenta kilómetros de Cuenca, donde la arqueología ubica importantes asentamientos de la etnia Cañaris. Más allá de estos datos, la realidad marca que los descubrimientos escasos deben de ver con las culturas de la zona, ignorándose su real procedencia ¿Tesoro enterrado? ¿Pero por quién? Para conocer un poco más de la cronica, me puse en contacto con Shaffer, revelándome que esas tomas, le fueron proporcionadas por el coronel Wendelle Stevens, quién visitó el Museo en la década del 70′.

Al escuchar el nombre de Stevens, una catarata de imágenes me vinieron a la mente, comenzando con el contactado suizo Billy Meier, a quién éste autorizada de la USAF apadrinó, transformándose más tarde en un reputado ufólogo. Sabido fue su pasión por el asunto OVNI, que lo llevó a recorrer medio planeta, para captar y documentarse encima del fenómeno. en cambio, sus andanzas por la selva ecuatoriana recibieron poca prensa, aunque varios datos ya circulaban.

En 2013 se publicó «Hitler’s Treasure of the Ancient World», obra post mortem, donde Stevens habla sobre sus pesquisas en tierras jíbaras. Cuenta que su interés se inicia con la búsqueda del tesoro de Atahualpa, lo cual me recuerda a János Móricz, dedicándose durante tres largos años, 1972-1975, a tratar de localizar el esquivo cargamento inca. Fue en ese período que Stevens se involucró con el Museo Crespi, convirtiéndose más tarde en uno de los escasos expertos en ver in situ, la perdida colección. Su texto, en cambio, se decanta por la cuestión nazi, que afirmaba vinculada a ciertos manejos del Museo, fundada en sus observaciones sobre la pinacoteca albergada además por Crespi, la cual suponía, eran legados originales robados por los nazis durante la Segunda Guerra, y trasladadas luego al Ecuador.

Esta teoría se contradecía con la opinión de los investigadores, los cuales alegaron que esas obras, eran imitaciones realizadas por artistas quiteños. Otro atrevimiento sugería, según Wendelle, a Crespi como Hitler escapado, y con cirugía incluida, lo cual no amerita ningún comentario.

Más allá de estas rarezas, lo cierto es que la colección inmortalizada por Stevens, mostraba piezas originales, muy lejos de los cachivaches denostados por los críticos. En algunas de esas instantáneas, podíamos ver verdaderas diapositivas del pasado, ensambladas en formas de trípticos, que más tarde fueron desmanteladas, convirtiéndose en plaquetas únicas. Estas piezas en lo personal me transmiten cierta connotación que me llevan a pensar si la perdida Lemuria, otro continente incluso invisible en la cronica, pudiera ser parte de este hallazgo sudamericano. Aunque por el instante es tan sólo una pista esbozada.

Carlos Crespi en plena obra sacerdotal, su enigma continúa

Carlos Crespi en plena obra sacerdotal, su enigma continúa. 

Réquiem para la Colección Crespi

En 1972 el planeta se ve conmocionado con la publicación del «El Oro de los Divinidades», icónico texto de Erich von Däniken. Su cronica divulgada por aquel por lo tanto, atrajo incluso más atención hacia el Museo de Crespi y sus tesoros. Se sucedieron más visitas ilustres, y el fascinacion continuó reinando, pero en 1982 con el fallecimiento de Carlos Crespi, su legado entró en un cono de sombras, iniciándose un extenso calvario encima del destino de las piezas, cuyo rastro comienza a esfumarse. Final anunciado para varios, o presagios cumplidos, da igual. Lo cierto es que desde por lo tanto, conocer el destino de aquellas piezas inmortalizadas en tantas fotografías, se transformó en una tarea detectivesca. Los primeros informes conocidos, hablaron de una notable venta por parte de los salesianos, que tuvo como primer destinatario el Banco Central del Ecuador, quién pagara elevada suma por hacerse con parte de esa colección.

Increíblemente, este hecho tuvo lugar dos años anteriormente de el deceso de Crespi, 1980. Varios rumores señalan que el sacerdote se resignó a su destino, agobiado ya en ese por lo tanto por una dolencia mental, que lentamente le iba quitando lucidez en sus actos. El gran desorden de la colección determinó acciones drásticas, como como ejemplo, el descarte de piezas catalogadas como no importantes, que terminaron convertidas en chatarra. Diferentes artilugios se fundieron.

Pero más actores entraron en juego, coleccionistas privados, ávidos por hacerse con el valioso botín. Aunque demasiados estudiosos sostenían el libreto de hábiles falsificaciones por parte de artesanos locales, en 1968 la colección fue examinada por un arqueólogo ecuatoriano de gran renombre, el sacerdote Pedro Porras Garcés, quién fuera comisionado con la tarea de definir su validez.

Una vieja imagen del Museo Crespi, cuando aún funcionaba

Una vieja imagen del Museo Crespi, cuando incluso funcionaba. 

Encima del tema expresaría:

Las estelas de piedras o tabletas con inscripciones, en su totalidad no parecen falsificaciones vulgares. Cabe apuntar el porcentaje de objetos auténticos, una vez alejados de las falsificaciones exageradamente interesantes, dada la rareza y calidad de varios especímenes”.

Cabe sobresalir este intento por sustentar la legalidad del Museo, tuvo un antecedente anterior que se remonta a 1965, cuando se cursa una carta a la OEA (Organización de los Estados Americanos), invitándose a investigadores para hacer una curaduría de la colección. La carta de intención fue redactada por el historiador ecuatoriano, Tomás Vega Toral, donde en uno de sus párrafos escribe:

Estos descubrimientos están prácticamente enterrados y pasan casi inadvertidos, como se puede ver al visitar el museo. Si el informe de los investigadores fuera positivo, podríamos ver si es factible brindarle auxilio financiera para edificar, tal vez no un edificio, pero si al menos, un vasto salón, en la misma Casa Salesiana, en la puede organizar, según su criterio de clasificación técnica, los miles de objetos arqueológicos preciosos”.

Anuncio realizado por las autoridades del Ecuador, con planes para el restablecimiento, de la desaparecida Colección Crespi. Fecha estimada 2020

Anuncio realizado por las autoridades del Ecuador, con planes para el restablecimiento, de la desaparecida Colección Crespi. 

Como vemos existía un interés genuino en aquella colección por parte de las autoridades, o interesados en su conservación. en cambio el deceso de Crespi, enterró cualquier intento posterior por continuar las indagaciones encima del material. Fue muy notable ver como en las últimas décadas aquellos estudiosos que in situ intentaron dar con el destino de la perdida colección, se topaban con un muro de silencio.

Ni los salesianos, ni las autoridades del Banco Central parecían tener ganas de satisfacer las interrogantes sucedidas tras la partida de Crespi, y posterior desmembramiento de su preciado tesoro. Sólo en los últimos años algunas filtraciones tomaron cuerpo.

En mi búsqueda personal, supe de primera fuente como un cargamento de piezas Crespì, partió del Ecuador, para exhibirse en una muestra europea a inicios del 2000, autorizadas por el Banco Central, poco interesados, según me manifiesta el declarante de confesión en retener ese material. Diferentes una declaración impactante me hizo partícipe de una cronica escalofriante, piezas Crespi utilizadas por los salesianos como material de reparación. Y las historias continúan, pero para no desalentar al lector, diré hay hoy en dia en marcha un plan serio, que busca al final la colección sobreviviente recupere su esplendor. Se nombra 2020 como año clave. Quién escribe espera el milagroIncluso aquí.

Conclusión

Carlos Crespi Croci ¿Héroe o Villano?

Aunque Carlos Crespi Croci es considerado por sus acciones como casi un santo, y celebrado como el hacedor de ese maravilloso museo, que una vez lo tuviera como protagonista, es justo decir su figura se localiza en revisión en el interior de varios círculos del Ecuador, propulsado por varios grupos indígenas. Una de las principales acusaciones contra Crespi, es su apropiación de valioso material de la etnia shuar, que con la excusa de una exposición en Turín, Italia, jamás le fuera devuelta. Para comprender este malestar tenemos que remontarnos a 1923, cuando Crespi realiza sus primeras incursiones en la selva que tuvieron a las regiones de Méndez, Gualiquiza e Indanza como territorios donde iniciara su tarea evangelizadora.

Durante ese período Crespi hace recolección documental, etnográfica, y fotográfica de las zonas visitadas. El objetivo de este aparente interés, es acumular material para una Exposición Misionera Internacional, que el Vaticano planificara en 1924, con sede en Turín, Italia. Fue allí que se dice Crespi llevó cierto material arqueológico entregado por los shuaras, o quizás engañados, préstamo que jamás regresara a sus legítimos dueños.

Es notable apuntar que en Turín, se encuentra una de las sedes salesianas más importantes de la energica congregación. Pero hay más informes sobre este punto. Y aquí apelo al aporte realizado por un investigador independiente, Michael Palomino, quién en 2012 narró como un sacerdote salesiano le revelara ante su insistencia por obtener datos de la desaparecida colección Crespi, que su orden había transferido las piezas más preciosas del Museo Crespi a Turín, ya que al Banco Central del Ecuador recibiera en su adquisición, artilugios de menos valor.

En diferentes puntos de su alocución, Palomino realiza denuncias más explosivas, implicando al por lo tanto alcalde de Cuenca, y incluso al propio Ministerio de Cultura del Ecuador, como cómplices de estas tareas corruptas. ¿Fue esta la real misión de Carlos Crespi en su estancia ecuatoriana, quién amparado bajo el servicio Vaticano, buscara vestigios de una cronica prehistórica americana incluso por escribirse? Continuará.

Fotografía que retrata la Exposición Misionera Internacional, llevada a cabo entre 1924-26. Turín, Italia. Aquí la sala indígena, en primer plano, el fundador de la orden salesiana, Don Bosco

Imagen que retrata la Exposición Misionera Internacional, llevada a cabo entre 1924-26. Turín, Italia. Aquí la sala indígena, en primer plano, el fundador de la orden salesiana, Don Bosco.

Por Alejandro