ancient aztec civlization

 En el corazón de la Ciudad de México, debajo de la bulliciosa metrópolis moderna, se encuentran los restos de una civilización azteca que alguna vez fue próspera.
 Conocida como «tanashtag», esta antigua ciudad, dominada por los aztecas del siglo XIV al XVI, muestra una planificación urbana notable con su sistema de cuadrícula de canales y calzadas.  Pero lo que despierta nuestro interés es la historia del origen azteca que no comienza aquí.
 Según sus textos históricos, los aztecas tenían sus raíces en un lugar llamado Chiki Mostak, una cueva mística en el norte.  Dentro de las siete cavernas de Chiki Mostak había siete tribus, y los aztecas afirman ser descendientes de una de estas siete tribus.
 Si bien Chiki Mostak alguna vez fue descartado como un mero mito, hallazgos arqueológicos recientes sugieren lo contrario.  Algunos estudiosos creen ahora que la ubicación de Chiki Mostak se alinea con el antiguo complejo piramidal conocido como Teotihuacán, a menudo denominado el «Lugar de las Siete Cuevas».
 La revelación proviene de las profundidades de la Pirámide del Sol, una estructura significativa en Teotihuacán, que se dice que alberga una cueva con siete cámaras distintas, un sorprendente paralelo con la historia de la creación azteca.

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El cronista español Gerónimo de Mendieta documentó los relatos de las leyendas aztecas en el siglo XVI, contando una historia de cuchillos gigantes de pedernal que descendían del cielo, acompañados por numerosos dioses.  Estos seres celestiales, según la tradición azteca, desempeñaron un papel fundamental en la creación de la humanidad.
 La narración del cuchillo gigante de pedernal que desciende de los cielos nos invita a contemplar si nuestros antepasados ​​fueron testigos de encuentros extraterrestres.  Si la historia azteca tiene algo de verdad, sugiere que, en algún momento de nuestra historia, seres de más allá de nuestro mundo pueden haber desempeñado un papel en nuestra existencia.
 Pasando de la civilización azteca a Teotihuacán, nos encontramos con un enigma aún más significativo.  Teotihuacán, que data del siglo I d.C., era una ciudad sorprendentemente avanzada para su época.
 Con una extensión de ocho millas cuadradas, contaba con impresionantes pirámides, intrincados templos y una próspera población de casi 100.000 residentes.  Sin embargo, a pesar de su grandeza, Teotihuacán mantiene sus secretos bien guardados.
 Uno de los aspectos más desconcertantes de Teotihuacán es la ausencia de jeroglíficos o inscripciones, un marcado contraste con otras culturas mesoamericanas contemporáneas.  Esta escasez de registros escritos nos deja con un misterio sin resolver: ¿quién construyó Teotihuacán y qué fue de sus habitantes?

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Abundan las especulaciones sobre los orígenes de la ciudad y las personas que la construyeron.  ¿Fue obra de una civilización avanzada con conocimientos más allá de su tiempo, potencialmente guiada por fuerzas extraterrestres?  Algunos incluso argumentan que la tecnología necesaria para estructuras tan magníficas supera las capacidades de la época.
 Pero lo que realmente nos desconcierta son los orbes dorados recientemente desenterrados, que se encuentran en un túnel oculto debajo del Templo de la Serpiente Emplumada.  Estos enigmáticos orbes, tanto de apariencia arcillosa como metálica, plantean preguntas sobre su propósito y significado.
 Algunos arqueólogos postulan que la caverna donde fueron descubiertos podría haber sido un espacio ritual sagrado, adornado con paredes que brillan con motas doradas, similar al cosmos.
 La posibilidad de que estos orbes representen cuerpos celestes, particularmente planetas, despierta curiosidad.  ¿Podrían estos objetos tener una conexión con el conocimiento antiguo de los movimientos planetarios, como se ve en el calendario maya?
 El Códice de Dresde, un libro maya poco común, detalla detalladamente el calendario en relación con el viaje celestial de Marte, subrayando la importancia de los cuerpos celestes en los sistemas de creencias de las culturas antiguas.
 Sin embargo, el atractivo de estos misterios se extiende más allá de Teotihuacán.  En Grecia, repartidas por la isla de Evia, se encuentran estructuras peculiares conocidas como casas del Dragón.

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Cuenta la leyenda que estas construcciones megalíticas se construyeron en honor a Zeus, de quien se creía que había descendido de los cielos sobre la cima del monte OHI, hogar de una de las principales casas de los Dragones.
 En la antigüedad, el término «Dragón» a menudo se refería no sólo a monstruos voladores sino también a deidades poderosas con formas humanas y habilidades sobrehumanas.
 Estas estructuras, construidas con enormes bloques de piedra, nos dejan asombrados y nos preguntamos cómo se lograron hazañas de ingeniería tan inmensas, especialmente en lugares tan desafiantes como la cima del Monte OHI.
 ¿Podrían estas casas Dragón marcar los lugares donde alguna vez aterrizaron visitantes extraterrestres y dejaron su huella en las civilizaciones antiguas?  ¿Podría el descenso de Zeus de los cielos ser un recuerdo de una nave extraterrestre aterrizando en la Tierra?
 A medida que profundizamos en los anales de la historia y exploramos los misterios ocultos bajo las capas del tiempo, descubrimos pistas y conexiones tentadoras.  Las historias de los aztecas, el enigma de Teotihuacán y las casas de los dragones de Grecia nos invitan a contemplar la posibilidad de encuentros antiguos con seres más allá de nuestro mundo.
Si bien es posible que nunca descubramos todos los secretos de estas antiguas civilizaciones, los hilos del misticismo y el asombro continúan uniéndolos a través del tiempo y el espacio, recordándonos que el cosmos podría contener más respuestas de las que nos atrevemos a imaginar.  En nuestra búsqueda de comprensión, debemos permanecer abiertos a la posibilidad de que nuestra historia esté mucho más entrelazada con lo desconocido de lo que podemos imaginar.

Por Alejandro