- El Disco de Sabu es una reliquia arcaica egipcia cuya utilidad tiene despistados a los historiadores. Algunos creen que era una vasija, mientras que otros consideran que formaba parte de un ingenio hidráulico.
- El objeto, que tiene cerca de 3.000 años de antigüedad, pronto se expondrá en el nuevo Museo Egipcio de El Cairo.
Uno de los misterios más inescrutables del Antiguo Egipto es el Disco de Sabu o Disco Schist, una especie de llanta de esquisto, una piedra porosa y frágil parecida a la pizarra que se forma en terrenos arcillosos, con forma circular, tres cavidades oblicuas y un agujero para sostener un eje central.
Una rueda que bien podría formar parte de un avión futurista o de un volante que, sin embargo, data de hace más de 3.000 años, unos 1.500 antes de que los egipcios comenzaron a utilizar la rueda, según los expertos.
El disco se expone en el museo de El Cairo, como parte del ajuar fúnebre de la tumba de Sabu, un príncipe, hijo del faraón Anedjib, de la Primera Dinastía egipcia. Al no ser el primogénito, existe poca literatura sobre su vida, pero los expertos creen que probablemente era uno de los altos funcionarios de la provincia.
Entre las alhajas que acomodaban su cámara funeraria, se han encontrado muebles, recipientes decorativos, joyas y un enigmático disco de esquisto.
El descubridor de la tumba de Sabu en 1936, Walter Bryan Emery, se refiere a él como un recipiente en forma de cuenco y con carácter decorativo.
Sin embargo, numerosos expertos de la antigua civilización egipcia no están de acuerdo con esta explicación, ya que no se asemeja a otros ornamentos encontrados en la necrópolis de Saqqara, como las vasijas decorativas o los muebles.
Una rueda futurista o el engranaje de un complejo sistema hidráulico
El disco de esquisto es de color gris oscuro y consta de una rueda sencilla y sin ornamentos, con tres cavidades cóncavas, sujetadas en una estructura circular de 61 cm de diámetro, 10 centímetros de altura y con una oquedad central.
Está fabricado con esquisto, una piedra porosa que se utilizaba con frecuencia en las necrópolis, pero que apenas se utilizaba para construir objetos finos y delicados, debido a su enorme fragilidad.
Una de las teorías más aceptadas es que el disco formaba parte de un mecanismo más complejo, posiblemente una estructura hidráulica.
Los egipcios fueron extremadamente diestros en controlar el caudal de los ríos para desarrollar la agricultura y manejar las crecidas.
Sus estaciones del año estaban estrechamente ligadas al movimiento del Nilo, y comprenden la temporada de las inundaciones, denominada Akhet, la de siembra, Peret y la de cosecha, Shemu.
Con el objetivo de mejorar su agricultura, los egipcios excavaban oquedades en terrenos arcillosos que posteriormente llenaban de agua para así humedecer lentamente el terreno.
Posteriormente, construyeron poleas y otros sistemas de propulsión de agua para utilizarla en la construcción y en los acueductos.
De igual forma, fabricaron presas para controlar el caudal de agua y utilizarlo en las temporadas de sequía.
El Disco de Sabu, bien podría haber sido utilizado para irrigar el terreno, a través de un mástil que se coloca en su eje central y que da vueltas a la rueda, mientras las tres cuencas expelen uniformemente el agua.
Sin embargo, los historiadores afirman que es imposible que el disco del príncipe se utilizara con este objetivo, ya que tanto la rueda como los sistemas hidráulicos no llegaron a Egipto hasta alrededor de 1.500 años después, con la invasión de los hicsos.
Según explica el medio de historia Ancient Origins, otra de las teorías sugieren que podría ser un telar, con las cavidades llenas de hilos que, al girar, podrían crear una estructura fuerte para fabricar cuerdas.
No obstante, las especialistas del Egipto arcaico, señalan que ya existían otros artilugios para tejer más adecuados, fabricados con materiales más resistentes que el esquisto.
Una reliquia de una civilización perdida o un objeto extraterreste
Una de las hipótesis que baraja el egiptólogo Cyril Alred es que el disco es una réplica de un objeto primigenio, perteneciente a una civilización anterior no descubierta, que los egipcios atesoraron para que perdurara hasta la eternidad.
En el terreno de la ciencia y de la historia, por el momento no existen más conjeturas que ubiquen este disco futurista, si bien los ufólogos y las teorías místicas avanzan otras extravagantes explicaciones sobre su llegada a través de naves espaciales.
Es posible que un viajero apenas repare en este tesoro ancestral cuando visite el fascinante museo de El Cairo o lo vea en su nueva y ciclópea ubicación, el Museo Egipcio de El Cairo, que abrirá sus puertas a final de año. Sin embargo, aquellos que conocen su historia podrán fascinarse con uno de los enigmas más insondables del mundo.