Llama mucho la atención la existencia de estas entidades desde tiempos tan remotos, que rastrear sus orígenes se pierde a lo largo de la historia. En todas las culturas existen representantes de estos seres, con diferentes nombres, pero a todos se les atribuyen cualidades, poderes, formas y habilidades semejantes. Dentro de ellos hay jerarquías, por lo que puede afirmarse que, conforme su grado, algunos son más poderosos que otros. En constante cercanía a los seres humanos, pareciera que su existencia está, indiscutiblemente, ligada a la vida de los hombres. Este punto es realmente interesante, porque nos da una pista de su origen. Los primeros siempre han sido asociados a acciones benéficas; están allí para ayudar a la humanidad, se presentan como mensajeros de luz y su presencia protege y auxilia. Los segundos, en cambio, se vinculan al lado oscuro, las tinieblas y su presencia es temida y evitada. También se relaciona a los ángeles con las virtudes (de ahí, el Ángel de la Paz, del Amor, de la Esperanza) y a los demonios con las bajas tendencias, o vicios, del hombre (el demonio de la pobreza, de la lujuria, etc.).
Aunque la Wicca, en todas sus formas, descree de la existencia de ambos, esto obedece simplemente a la oposición a la doctrina cristiana. Sin embargo, tanto entidades angélicas como demoníacas no son patrimonio exclusivo de este sistema de creencias cristiano y son, en cambio, ampliamente aceptadas por otras corrientes religiosas, algunas de ellas paganas. Sus antecedentes impregnan las culturas más antiguas y ya los babilonios, persas, asirios y egipcios tenían ángeles que los protegían y demonios que los atormentaban. Para la brujería tradicional, estos seres son fuerzas, no de la naturaleza en sí misma, sino inherentes a la naturaleza del hombre.
Es un interesante fenómeno la existencia de estas fuerzas, que operan en un plano paralelo y tienen amplio acceso al nuestro. Les damos entrada en todo momento, por la predisposición mental, precisamente porque estas entidades son creaciones humanas. Tenemos que diferenciar dos grandes categorías:
1) Aquellas creadas por nosotros, que moran en nuestro plano mental y que hemos originado a fuerza de repetir ciertos estados anímicos. Todos los que asociamos con la bondad, el servicio desinteresado hacia los demás y los buenos sentimientos en general, son formas angélicas. Son propias, son reconocidas por nosotros, pero ignoramos que, al repetirlas, las alimentamos. Viven en nuestro plano mental y emocional, son formas discriminadas de nuestra propia energía, que se han diferenciado de nosotros, aunque no se han proyectado como entidades independientes hacia otros planos. Intervienen en el plano mental, emocional o físico por identificación con la persona, actuando a través de ella. De igual manera, creamos nuestros propios demonios por medio de las emociones negativas y cada vez que ponemos en marcha el mismo sentimiento que los originó, los alimentamos. La génesis de toda entidad está en este mismo proceso, esta es la semilla mágica. Lo que creemos será en principio una forma mental, que podrá ser lanzada al exterior de nosotros mismos, al plano físico y ahí continuará alimentándose.
2) Las que son externas y se han originado como procesos colectivos (egregores) y no pertenecen a un sujeto en particular, sino que constituyen arquetipos de los que puede servirse cualquiera que las conozca y sepa cómo conjurarlas. En esta categoría entran los arcángeles y algunos demonios conocidos, que tienen un lugar guardado en antiquísimos grimorios, como el Goetia o Las Clavículas de Salomón. En ciertos templos y espacios dedicados a la espiritualidad, estas entidades se re-crean constantemente y toman más fuerza.
Entramos de modo constante en contacto con estas entidades. Eso es un hecho. Quizás no tanto con las segundas, pero las primeras forman parte de la esfera de manifestación de nuestra propia psique. Algo necesario a la hora de enfrentarlas es aprender a evitar la categorización y la distinción entre fuerzas “buenas, positivas, blancas” y “malas, negativas, oscuras”. Están ahí porque nosotros las hemos convocado, son creaciones que nos pertenecen. Podemos llegar a establecer pactos con ellas, podemos negociar su permanencia, su intensidad, la forma en que se expresarán. Muchas de estas fuerzas han sido creadas con fines de protección, como es el caso de la Ira, que si bien, de no ser controlada llegará a un momento en que sus manifestaciones serán impulsivas y quizás atemorizantes. Sin embargo, está ahí porque originalmente fue un mecanismo de defensa que utilizamos frente a ciertos abusos o situaciones de conflicto, en las que la huida no fue una alternativa posible. Nuestros propios demonios nos perturban, tanto como nos agradan nuestros ángeles. Sin embargo, a veces cuesta identificarlos y reconocer quién es quién en ese juego de luces y sombras, puesto que el exceso de virtud (considerado por muchos como una forma angélica) conlleva en sí mismo vanidad y orgullo, formas reconocidas como demonios menores, que podrían llegar a causarnos sufrimiento. En estado de calma y meditación deberíamos detenernos a reconocerlas y tratar de encontrar el momento exacto en que comenzamos a darles forma; este proceso las mantiene bajo control, evitando que se apropien de mayor energía para su subsistencia e impidiendo que se proyecten hacia afuera y adquieran identidad separada.
Con el segundo grupo podríamos llegar a entrar en contacto de diversas formas; la premisa es conjurar solamente cuando tengamos una imperiosa necesidad de hacerlo y tomar las precauciones del caso, destierre incluido. Generalmente estas entidades no son muy amantes de presentarse, pero si se les ofrece algo a cambio, como alimento, suelen acceder. Tanto ángeles como demonios se interesan por el alimento energético, la diferencia es que los primeros lo consiguen de manera abundante, debido a la gran cantidad de adeptos que tienen y que se encargan de proveerle ofrendas, velas, promesas y novenas. Los segundos apelan a su naturaleza y logran alimento por medio de situaciones poco gratas para los mortales, como son el estado de pánico. momento en que quedamos paralizados y expuestos al vampirismo energético. Quienes se atrevan a conjurar a los segundos deberían tener algo de práctica en el manejo de estas entidades, que suelen tener la astucia suficiente como para quedarse y sacar ventaja de términos que no entraban en el supuesto “acuerdo” o “contrato”. Hay que tener en cuenta que el interés de algunas de estas formas está puesto en la experimentación de la realidad por medio de los sentidos, a través de un cuerpo de carne y hueso, de ahí la existencia del fenómeno de posesión.El Ángel de la Guarda
Reconocido como forma angélica personal, es una entidad que se origina prácticamente en el momento de la concepción, recogiendo los sentimientos emanados de la madre (casi exclusivamente, aunque también recoge los proyectados por el padre y abuelos) del ser en gestación. Los anhelos protectores de los futuros padres, proyectados hacia el hijo, conforman esta entidad angélica, que se presenta y “nace” en el mismo momento en que su protegido ve la luz por primera vez. Se organiza y fortalece durante los primeros años de vida -algunos autores hablan de 7 años- y permanece cercana, cumpliendo sus funciones tan bien como fuera programada. Hay madres que le rezan a esta entidad, solicitando el cuidado del hijo, algo que es sumamente positivo, puesto que es esto lo que logra fortalecerla. La costumbre de pedir favores al Ángel de la Guarda, que se transmite de padres a hijos con fórmulas sencillas (“Ángel de la Guarda/dulce compañía/no me desampares/ni de noche ni de día”, oración rezada por miles de niños en todo el mundo) es una afirmación constante en la naturaleza de este ser, que a su vez, arquetípicamente constituye un poderoso egregor que ayuda a los niños. A medida que crecemos, tendemos a desprendernos de esta figura, que se va disolviendo. Pero podemos rescatarla usando los mismos rituales y fórmulas simples que utilizábamos en nuestra niñez. Es interesante notar que esta entidad se programa desde su origen como externa, por ello no pertenece al plano mental, sino que permanece en el plano astral, en contacto con el físico. De igual modo, el Ángel de la Muerte, un ser apreciado por quienes están a punto de morir, es otro arquetipo construido bajo la premisa de ser el guardián y acompañante para el cruce entre la frontera de este mundo y el más allá.Demonios poderosos
Grandes cúmulos de energías degradadas, proyectados hacia el exterior, como los que se generan en cárceles, centros de detención, campos de concentración u holocaustos (las guerras, las enormes matanzas de seres humanos) se constituyen en poderosas formas demoníacas. Se puede sentir su presencia nefasta, que naturalmente busca alimentarse y perpetuarse, generando el mismo tipo de situación que les dio origen. Así, algunas de estas formas que se han manifestado llegaron a conformar seres, incluso con nombres. En este tipo de situaciones no es raro que se originen varias entidades, con frecuencias vibratorias similares, pero que actúan como seres separados. Los estados mentales alterados tienden a atraerlas, buscan tomar posesión de las personas más vulnerables y aprovecharlas como alimento energético. No hay muchas explicaciones para los cambios en la forma de sentir, pensar y actuar que experimentan algunos hombres en tiempos de guerra, su oscura fascinación por las armas y la muerte y su total indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Las ansias de poder, de dinero, entre otras, pueden también atribuirse a la influencia de ciertos demonios que llevan a la gente a conseguir, por el medio que sea, la forma de satisfacer estos deseos que en realidad no les pertenecen totalmente. En muchos casos, la tendencia al abuso de drogas también está determinada por la presencia de entidades que buscan mantener a la persona bajo su control y para este medio se valen de las adicciones.from otra realidad
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