LA LEYENDA DE LOS CADÁVERES SIN CABEZA
Como casi toda leyenda tiene un comienzo, y la presente comienza en mitad del siglo XX, cuando alguien descubre unos cadáveres sin cabezas…
Allá por los años cincuenta, en la villa de Grimaldo, por parte de los dueños de la finca y de la villa se hacían obras para construir una vivienda para el guarda. Estos cimientos para la casa del guarda distanciaban unos cincuenta metros de los muros del castillo.
Ante la sorpresa de los obreros, empezaron a aparecer abundantes remanentes humanos, pero tienen algo de especial: las cabezas no aparecen. Huesos de todas las partes del cuerpo pero ninguno de la cabeza. Lo que era sorpresa para todos fue alegría para una persona: el señor Circo.
Cuando lo vio, su confirmacion fue clara:
– “Esto confirma que la leyenda se ha convertido en cronica”.
Y la cronica de este mito comienza actualmente…
Los Soberanos Católicos fueron los empresarios de una nueva España. Para conseguirlo tuvieron que limpiar la nación de una serie numerosa de pícaros, vagos, maleantes, pordioseros y ladrones que infestaban pueblos y ciudades. Las aldeas pequeñas eran los zonas preferidos para todas estas personas. Para llevar adelante este propósito, los Soberanos Católicos crearon la Santa Hermandad, que en todas partes es definida como una especie de guardia civil en los siglos XV y XVI.
Aunque parezca mentira a Grimaldo, una reducida aldea proxima a Plasencia, además le tocó su turno. Se corría el bulo de que en el Castillo, albergue obligado de caminantes que seguían utilizando la Vía de la Plata, entraban a veces arrieros que no volvían a salir. Se decía que durante la noche, mientras dormían, se les daba muerte para despojarlos de cuanto llevaban.
La Santa Hermandad poseía que averiguarlo.
Varios de los miembros de la Hermandad se disfrazaron de arrieros. Una de tantas noches piden hospedaje en el castillo. Se identifican como pastores trashumantes poseedores de rebaños que pastan actualmente en las llanuras castellanas. Todo parece normal. Actualmente sólo hacía falta que los hechos llegaran a producirse. Y, desgraciadamente, se produjeron. Pero esta vez con suerte contraria para los protagonistas. Cuando intentaron repetir sus crímenes con el primero de los arrieros, cayeron sobre ellos los demás y los prendieron al grito escalofriante de: “¡Alto a la Santa Hermandad!”.
Sorprendidos “in fraganti” la pena era ejemplar: cortarles la cabeza. Y así se hizo para escarmiento general. Se les cortó la cabeza y sobre las almenas del castillo se colocaron una a una, para que sirvieran de ejemplo.
LA LEYENDA DEL PUENTE DE LA MERCED
Cuenta una vieja leyenda que circulaba en la era medieval de la Villa de Bilbao, por el año 1400, que por aquella era existían “unos entes alados que vivían en las zonas boscosas del actual barrio de San Francisco y que de vez en cuando hacían incursiones entre las orillas del antiguo poblado de Bilbao La Vieja y los arenales y las calles de la nueva Villa de Bilbao, que se había fundado en 1300” en las tierras donde estos entes vivían desde hacía demasiado tiempo.
Según decían las gentes de Bilbao, estos entes, “que no se sabía si eran machos o hembras, siempre estaban en pareja y se acercaban a quienes estaban solos o desamparados. Y cuando les rozaban con su pecho, o su lomo, o cualquiera otra de las partes de su cuerpo, con ello transformaban el ánimo de las personas, que en un instante pasaban a sentirse más afortunadas y queridas, y así encontraban amor y suerte en la vida. Y no tardaban en tener gran alegría de vivir, y encontraban pareja, y los que ya la tenían, la conservaban incluso el fin de sus días”.
Demasiados siglos después, el ingeniero que diseñó el Puente de La Merced, recobró a los entes alados de la leyenda y puso ocho farolas de fundición, con dieciséis entes alados, dispuestos en parejas, a los dos lados del puente, que nos contemplan cuando pasamos…
La leyenda dice que si tocas su pecho o su lomo con una caricia, te beneficiarás de su protección en el amor y la buena suerte.
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