la historia que conocemos es mentirala historia que conocemos es mentira
LA HISTORIA QUE CONOCEMOS ES MENTIRA…
Una cosa es segura: nuestros antepasados estaban mucho más avanzados de los que podemos imaginar. Si se llega a confirmar oficialmente lo que ahora empieza a revelarse, nos espera una auténtica revolución científica. Es necesario plantear preguntar y poner en tela de juicio los dogmas arqueológicos. Allí donde predominan los dogmas, el establishment ejerce un férreo control. Ya es hora de que la otra parte exponga sus argumentos e informe de lo que se esconde o se silencia. Muchas veces, al hojear obras muy completas sobre nuestra prehistoria, se muestran las mismas fotografías, siempre las mismas historias. Se nos ofrece una porción del pasado perfectamente ordenada y preparada, que concuerda con las teorías científicas actualmente aceptadas. Todo son respuestas, pero no se plantean preguntas.
El público en general acepta agradecido esta información filtrada, porque le proporciona una visión definitiva de nuestro pasado. El saber da seguridad, y la seguridad tranquiliza. Y quien está tranquilo no hace preguntas.
¿Quién podría imaginar que en los archivos de los institutos científicos se ocultan sensacionales reliquias? ¿Quién podría suponer que en los sótanos de museos arqueológicos se esconden miles de controvertidos hallazgos? Todos ellos fueron considerados “falsificaciones” por los expertos y se hurtan a la mirada del público. Guardados en oscuros cajones, su existencia es ignorada por casi todo el mundo.
Se han escrito cientos de libros sobre yacimientos arqueológicos como Tiahuanaco o Sacsayhuaman. ¿Pero dónde encontrar información acerca de los espectaculares hallazgos efectuados en la finca de Glozel (Francia)? ¿Dónde podemos leer algo sobre las misteriosas ciudades sumergidas que hay ante las costas de Japón o sobre las esculturas de dinosaurios de Acambaro? ¿Y cómo podemos obtener más información sobre los rumores de que la pirámide de Keops alberga una cámara con tesoros que aún no ha sido descubierta?
Exceptuando revistas especializadas de difícil acceso y algunos libros puramente especulativos, sobre estos temas se guarda absoluto silencio ya que plantean preguntas. Es difícil contestas a estas preguntas, eso le corresponde a los científicos. No obstante, sí que se pueden exponer muchas preguntas y hasta documentarlas con muchas bases.
La ciencia de hace un par de siglos, basándose en el material disponible en aquel tiempo, construyó un sistema tan convincente como completo con apartados en los que ordenarlo todo cómodamente, edad de piedra, del bronce, del hierro, y en la actualidad parece incapaz de renunciar a ese logro.
En 1958, el profesor de Basilea, Johannes Hürzeler, fallecido en 1995, descubrió en una mina de carbón en Italia un esqueleto de oreopithecus completo. No obstante, este sensacional descubrimiento dio al traste con su carrera académica, ya que él interpretó que el oreopithecus estaba emparentado con el ser humano y que ya andaba erecto, lo que lo hizo valedor de la burla y el escarnio de sus colegas. No obstante, esos huesos tienen millones de años de antigüedad y corresponden al mioceno, una época geológica en la que, según los expertos, aún no existían los primates superiores.
Mientras que hasta hace pocos años los investigadores que reivindicaban una revisión de nuestra concepción de la prehistoria eran considerados como unos locos chalados, en la actualidad aparecen más y más noticias sensacionales en este sentido. Cada pocos meses los paleoantropólogos se felicitan por el hallazgo de nuevos fósiles, tras lo cual se revisan los hallazgos precedentes y se datan de nuevo, hasta que las pocas piezas del rompecabezas de las que se dispone dan una imagen con sentido. Y así se quedan las cosas hasta que un nuevo descubrimiento echa por tierra lo que ya se sabía. Parece que las teorías científicas también tienen fecha de caducidad.
Estos son algunos ejemplos de los últimos años:
-A “Lucy”, que con 3,5 millones de años es el australopithecus femenino más antiguo que se conoce, le ha salido competencia: en este de África se han hallado los huesos de un ser que vivió hace 4,4 millones de años y que asimismo andaba erecto.
-Los fragmentos del cráneo de un Homo erectus descubiertos en Java no tienen entre 700,000 y un millón de años como se creía, sino 1,8 millones de años. Por tanto, estos fragmentos son más antiguos que la mayoría de sus equivalentes en África, que hasta hace poco se consideraba la cuna del Homo erectus.
-Hasta hace poco una mandíbula inferior hallada en 1908 en Mauer (Alemania) se consideraba el resto óseo humano más antiguo del Viejo Continente. Se le supone una edad entre 500,000 y 700,000 años. No obstante, en Orce (España) se ha descubierto un fragmento de cráneo de aproximadamente 1.6 millones de años de antigüedad, por lo que es preciso revisar las teorías sobre el poblamiento de Europa.
-A 20 km al sur del río Yantse, en la provincia china de Sichuan, los antropólogos encontraron restos de la especie Homo erectus, que científicos de la Universidad de Iowa (EE.UU.) y del Instituto de Paleontología de Pequín datan al menos en 1.9 millones de años. Esto supone que Asia empezó a poblarse antes de lo que se suponía.
-Los primeros seres humanos no vivieron sólo en África sino también en China. Así lo creen los científicos que en 1995 hallaron en la provincia de Shanxi los restos fosilizados de un primate hasta entonces desconocido, que vivió hace 40 millones de años.
-Representantes de la Universidad de California así como de la Universidad Ghizou de China han comprobado que los restos óseos del llamado hombre de Pequín descubiertos en 1921 no tienen 200,000 – 300,000 años como se creía, sino al menos 400,000 años.
-El descubrimiento de herramientas de piedra en el norte de Australia permite inferir que los antepasados de los aborígenes empezaron a colonizar el continente australiano hace 176,000. Por tanto, la migración se produjo al menos 100,000 años antes de lo que se suponía.
-La especie Homo es 400,000 años más antigua de lo que se creía. Así lo indica el análisis de una mandíbula superior humana hallada en el norte de Etiopía.
-En una explotación de lignito a cielo abierto en Schöningen (Alemania) se hallaron tres lanzas de madera que los arqueólogos han datado en 400,000 años. Lo cual exige una revisión de la hipótesis de que la caza organizada se inició con el auge del hombre moderno, hace unos 40,000 años.
-Las herramientas de piedra que paleontólogos autralianos hallaron en la isla Flores (Indonesia) tienen al menos 800,000 años. Puestos que a Flores sólo se puede llegar por mar, nuestros antepasados tuvieron que llegar allí en barco. Hasta ahora se creía que no se empezaron a construir barcos hasta hace 60,000 años.
La tendencia es clara: las fechas se atrasan en todos los continentes. Paralelamente se atribuye a nuestros antepasados unas habilidades que hace pocos años se les negaban. Así por ejemplo, el arqueólogo alemán Helmut Ziegert propugnó una revisión de nuestras ideas acerca del Homo erectus. Joyas antediluvianas halladas en Libia respaldan su tesis de que el antecesor del Homo sapiens ha estado infravalorado durante mucho tiempo. Sus investigaciones lo llevaron a suponer que el Homo erectus ya era sedentario y que podía hablar. En su opinión, era un ser civilizado mucho más diferenciado de lo que se ha creído hasta el momento.
Asimismo la imagen del Neandertal que ofrecían los libros de texto y los libros especializados era de un ser muy tosco que en lugar de hablar gruñía. Los científicos que se oponían abiertamente a esta imagen se arriesgaban a perder su reputación. Pero también en este caso se está produciendo un cambio de opinión, tal como muestran las palabras que el paleontólogo Wilfried Rosendahl pronunció en un congreso paleontológico celebrado en Berlín en 1995. Según Rosendahl, en Neandertal, que se extinguió hace aproximadamente 30,000 años, podía hablar como nosotros y probablemente poseía una cultura social altamente desarrollada. Para Rosendahl el Neandertal es el antepasado directo de los europeos.
La tesis de Rosendahl se ve refrendada por una sensacional descubrimiento cerca de Idrija (Eslovenia): en una cueva utilizada en el pasado por hombres de Neandertal, Ivan Turk, de las Ciencias de Ljubljana, descubrió una flauta que según los expertos posee una antigüedad de entre 43,000 y 82,000 años.
También Jean Clottes, presidente del Comité Internacional de Pinturas Rupestres, propuso un cambio general de opinión sobre el “primitivismo” de nuestros antepasados. En palabras de Clottes: “Eran tan inteligentes como nosotros”.
Las afirmaciones de Clottes se basan en el descubrimiento de interesantes pinturas rupestres en Ardeche, en el sur de Francia. Estas pinturas “primitivas” no sólo son superiores artísticamente a sus equivalentes de todo el mundo, sino que, con una edad estimada de 31,000 años, se consideran las más antiguas.
La imagen que tenemos de nuestros precursores no es ni mucho menos tan exacta como algunos afirman. En la actualidad poseemos apenas 5,000 fósiles para cubrir dos millones de años. Y ni siquiera están distribuidos uniformemente en lo que se refiere a época y lugar de hallazgo.
Con todo esto, sorprende la despreocupación con la que muchos antropólogos reconstruyen el árbol genealógico del ser humano, cuando solo conocemos una parte ínfima.
No obstante, la nueva generación de científicos que empieza a despuntar logra poner cada vez más a menudo los nuevos hallazgos bajo la luz de la discusión pública. Pero las universidades aún mantienen escondidas aquellas polémicas pruebas que hace décadas se decidió dejar a un lado.
Un buen ejemplo de ellos es el trabajo de los estadounidenses Michael Cremo y Richard Thompson, que documentaron hallazgos del pasado que permanecen ocultos. En una de sus investigaciones se hicieron con un informe del geólogo estadounidense J.D. Whitney, el cual a mediados del siglo XIX descubrió un impresionante yacimiento en las montañas de Tuolumme (California) con restos humanos, puntas de lanza y morteros de piedra. Según Cremo, los estrados de roca del yacimiento tienen una edad de entre 10 y 55 millones de años.
A veces el comportamiento de los expertos recuerda al tenebroso mundo de la Edad Media: si lo que se halla se corresponde con las ideas tradicionales de la sociedad, entonces se lo acepta. Por el contrario, si las contradice, se lo rechaza.
En el curso de sus excavaciones, los arqueólogos hacen a menudo descubrimientos que no encajan con las explicaciones habituales. Cuanto más polémicos son los objetos que se descubren, más se duda de su autenticidad.
Para evitar el interés que esos controvertidos hallazgos pudieran despertar se utilizan diversos trucos. Por ejemplo, en caso de duda se acusa al descubridor de haberlos fabricado él mismo para después venderlos y sacar provecho, sobre todo si esa persona no pertenece al gremio de los científicos. Si esto no basta para archivar los hallazgos, entonces se cuestiona su antigüedad. Los métodos de datación no son infalibles y en caso necesario es posible manipular los resultados para hacer desaparecer los interrogantes. Transcurrido cierto tiempo, cuando la opinión pública ya no se acuerda de ese descubrimiento, se lo puede dejar a un lado tranquilamente.
En los últimos cien años muchos hallazgos sensacionales han corrido la misma suerte. Su rastro se ha perdido hace tiempo en quién sabe qué archivo polvoriento, por lo que ahora es imposible investigarlos de nuevo y acaso descifrar el misterio de su origen. Si investigadores aficionados no hubieran documentado y fotografiado algunas de estas polémicas colecciones antes de que desaparecieran, ahora ni siquiera tendríamos noticias de su existencia.
Como ejemplo de algunos de estos casos tenemos:
-La Cueva de Burrows, un espectacular descubrimiento arqueológico en 1982, descubierta en Illinois (EE.UU.) por Russell Burrows.
-La biblioteca de metal, en Ecuador, otro gran descubrimiento que fue silenciado y que tuvo como protagonista al padre Carlo Crespi, fallecido en 1982.
-Las tablas de Michigan, encontradas entre 1874 y 1915, descubrimiento que permite sospechar que muchos siglos antes de Colón llegaron al continente americano otros navegantes.
-Las tablas de arcilla, esculturas, jarrones, y piedras encontradas entre 1924 y 1930 en Glozel, al sudeste de Vichy, Francia.
-El gran descubrimiento de objetos de cerámica en Acámbaro, al noroeste de la Ciudad de México, entre los años 1944 y 1952.
El ser humano es una criatura extraña. En todos los estadios de su desarrollo ha creído haber llegado al nivel máximo de conocimiento. Al descubrir la fuerza del vapor imaginó con orgullo que había dado con la fuente de energía ideal, hasta que un día la electricidad sustituyó al vapor. Con gran entusiasmo festejó la concepción del mundo mecanicista de Newton como el conocimiento definitivo, hasta que un pensador excepcional llamado Albert Einstein lo degradó a la categoría de caso especial.
En vez de sacar conclusiones de esta estrechez de miras, su excesivo amor propio lo lleva a dudar sistemáticamente de las nuevas ideas y descubrimientos, y sus inventores o descubridores siguen siendo objeto de burla. Así se mantienen las cosas hasta que es imposible seguir negando los hechos. Entonces la burla se convierte en un entusiasmo sin límites.
La exploración de la fauna es un evidente ejemplo de ello: cada pocos años se descubre en algún punto del planeta una nueva especie animal que se creía que se había extinguido mucho tiempo atrás o cuya existencia se ignoraba. No obstante los testimonios de personas que afirman haber visto criaturas desconocidas se siguen considerando meras fantasías y no se emprenden las necesarias y urgentes expediciones porque se consideran inútiles.
Muchos científicos se niegan a aprender de la historia y a creer que lo que parece “imposible” no siempre lo es. En lugar de adquirir nuevos conocimientos se concentrar en confirmar lo que ya se sabe. Probablemente a la comunidad científica no le vendría nada mal adoptar una actitud más abierta y tener un poco más de fantasía.
Como ejemplos de esto podemos citar:
-La huella fosilizada del gigante de Kyushu, en la isla japonesa Kyushu.
-El famoso Yeti, hombre de las nieves o Bigfoot (Pie Grande), cuyas huellas y testigos de haberlos visto hay en varias partes del mundo.
-El mono gigante de Venezuela, el cual fue visto en 1917 y del cual se tomaron fotografías por el geólogo suizo Francois de Loys.
-El “Azzo Bassou” una criatura de aspecto humano descubierta en 1931 en Marruecos, al sur de Marrakech. De la cual también hay fotografías publicadas en 1971 por el escritor italiano Peter Kolosimo y numerosos testimonios de quienes lo vieron.
Uno de los errores más comunes en la actualidad es creer que en este mundo se ha descubierto todo lo que había por descubrir.
Quien haya consultado libros de arqueología sobre el tema “transporte de piedras” ya conoce el problema: en lugar de respuestas claras en este campo dominan las conjeturas cautelosas. Cuando se trata de describir cómo se trabajan o se transportaban bloques de piedra de varias toneladas de peso, que hace miles de años se movían supuestamente sin dificultad, se abusa de palabras como “quizás” o “posiblemente”. No tiene nada de extraño que esos mismos libros ofrezcan torpes explicaciones técnicas que, basándose en los conocimientos actuales, intentan desesperadamente reproducir los logros de un tiempo pasado.
Curiosamente las construcciones más grandes y perfectas que se alzan en la Tierra también son las más antiguas. En vista de esto, no tiene mucho sentido hablar de una evolución continuada de la humanidad. Con los yacimientos arqueológicos sucede lo mismo que con los objetos hallados y las construcciones antiguas: cuanto más polémicos son los nuevos descubrimientos menos interés muestran los responsables en darlos a conocer oficialmente y abordar preguntas pendientes de respuestas. Ésta es una actitud incomprensible, ya que la minuciosa investigación de famosos monumentos no debe hacernos olvidar que a lo largo y ancho de nuestro planeta hay innumerables vestigios de misteriosas civilizaciones que hasta ahora ni siquiera imaginamos que existieron.
Por tanto, todo nuevo descubrimiento debería considerarse una oportunidad de revisar todo lo que sabemos hasta el momento. Sólo lograremos resolver el enigma de nuestro origen si somos capaces de abandonar las concepciones establecidas y nos cuestionamos de manera abierta y sin prejuicios aquello que creemos demostrado.
Ejemplos de esto están:
-La ciudad de las pirámides en el fondo del mar, en la costa meridional de Japón.
-Las misteriosas construcciones bajo el lago Rock al este de Madison, Wisconsin (EE.UU.).
-El famoso descubrimiento en el Gran Cañón (EE.UU.) publicado el 5 de abril de 1905 en el periódico Phoenix Gazette, que anunciaba en primera plana el hallazgo por un tal G.E. Kinkaid de un enorme sistema de cuevas excavado en la roca, y de la cual se dice que habían objetos Egipcios. Todo esto callado por el conocido Instituto Smithsonian.
-Las colinas de la selva de Pantiacolla, descubiertas en 1976.
-Las pirámides en diferentes partes del mundo, como Egipto, América del Sur, México e incluso las pirámides China, silenciadas hasta el día de hoy.
-Las enigmáticas vasijas de piedra encontradas cerca de la capital de Laos, Vientiane, en la meseta de Xieng Khoan, las cuales miden aproximadamente tres metros de alto y pesan toneladas.
Cuanto más sabemos de nuestros antepasados, mayor es la admiración que despiertan sus logros. Determinados hallazgos permiten inferir que nuestro pasado podría ser mucho más fantástico de lo que se cree. Cuanto más retrocedemos en el pasado más difícil es encontrar explicaciones convencionales de su origen.
¿Qué hace una “bujía” en una piedra de 500,000 años de antigüedad? ¿Cómo se explican las marcas de modernas perforaciones con barreno en piedras tallas en el antiguo Egipto?
Cuando las explicaciones tradicionales fracasan, es preciso recurrir a soluciones alternativas. Cuando los especialistas ya no saben por dónde tirar, se necesitan pensadores originales. ¿Fue visitado nuestro planeta por civilizaciones avanzadas? ¿Existió la legendaria civilización de la Atlántida, de la que nos habla el filósofo griego Platón?
Otros misterios que podemos citar son:
-Las llamadas “espirales del cosmos” encontradas en 1992, en Urales (Rusia), centenares de unos extraños objetos artificiales en forma de espiral hechas de cobre y que datan de entre 20,000 y 318,000 años, e incluso aparecieron en estratos de lava, lo que significaría que podrían tener más de 1 millón de años.
-El martillo incrustado en una piedra encontrado en junio de 1934 en London, Texas, en el condado de Kimball, la cual data de entre 140 y 65 millones de años.
-Las bujías halladas en 1961 en el noroeste de Olancha, en California, que datan de 500,000 años de antigüedad.
Si se evalúan los hallazgos arqueológicos, las fuentes históricas reconocidas y los antiguos escritos desde un punto de vista imparcial, muy pronto se llega a la conclusión de que es preciso corregir la actual concepción de una evolución uniforme.
Los nuevos conocimientos son realmente desconcertantes. Sólo en el futuro se verá si definitivamente se confirma lo que ahora se insinúa. Con un poco de fantasía podemos imaginarnos ya un escenario comparable a cualquier película de ciencia ficción. Un escenario que podría proporcionarnos una explicación sorprendente para muchos enigmas del pasado: la posibilidad de que en el principio de los tiempos hubiera habido un contacto con una civilización altamente desarrollada, de la cual hablan todas las culturas antiguas.

Por Alejandro