adiccion a la comida chatarra mas de lo que parece

Un estudio neurobiológica demostró que estos alimentos pueden causar adicción grave parecido a las drogas. Cuando hablamos de alimentos procesados, las cantidades excesivas de azúcares y grasas hidrogenadas son la regla y no la excepción. No es ningún incognito dado que existe un hilo muy diferente que une el aumento del consumo de esta clase de alimentos, al lado con las campañas implacables de publicidad y las proporciones epidémicas de diabetes y obesidad en todos los grupos de diferentes edades a nivel mundial. En realidad, si las tendencias actuales siguen, se considera que para el 2030, más del 86 por ciento de los estadounidenses tendrán sobrepeso o serán obesos. Para algunas personas, esta imagen se ve terrible, pero la verdad es que escasamente roza la superficie del inconveniente. Un estudio neurobiológica demostró que estos alimentos pueden causar una adicción grave, parecido a la adicción a las drogas. La Dra. Nicole Avena y sus colegas del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Florida, informan que el consumo de azúcar no solamente altera la función cerebral y la conducta, sino que además provoca el mismo tipo de abstinencia y producen los mismos síntomas que generan las drogas opiáceas. En diferentes palabras, el azúcar afecta a los receptores opioides en el cerebro, que son reconocidos por naturales (endógena o no) sustancias opioides. Por otra parte, la comida ricos en grasas parecen afectar el cerebro de una forma distinto, a pesar de que causan síntomas de retirada. Bastantes investigaciones exponen que hay una relación única entre los ácidos grasos y el equilibrio emocional. Como ejemplo, un ensayo difundido en The Journal of Clinical Investigation en 2011 probó los efectos del consumo de grasas en personas sanas, mientras pasaban por emociones de tristeza inducida experimentalmente. En cuestión de minutos los emociones de tristeza se aliviaron notablemente y los individuos mejoraron su humor, mientras que la resonancia magnética corroboró la contestación cerebral esperada. Este ensayo es notable porque muestra que la grasa en verdad ni siquiera tiene que ser digerido correctamente con el fin de modificar las funciones del cerebro. La mera presencia de grasa en el intestino provoca la liberación de hormonas gastrointestinales, que regulan las respuestas neurológicas y emocionales en el interior de muy escasos minutos. Los investigaciones prueban que la comida chatarra, alta en grasa y azúcar, es mucho más que calorías excesivas. Esta sin duda, crea adicción en un nivel bioquímico y neurológico. Sería ingenuo pensar que la riqueza de la comida chatarra en estas sustancias concretos es un incidente. Michael Moos aclara en su inverosimil texto “Salt, Sugar, Fat: How the Food Giants Hooked Us” que el numero de investigación secreta invertida por los gigantes de Big Food en localizar las combinaciones adecuadas de los ingredientes más baratos y más adictivos de sus productos es inmensa. Lo que la neurociencia recién actualmente está empezando a entender y a esclarecer, es lo que las compañías de alimentos sabían desde el comienzo. Y capitalizaron con fuerza por medio la venta de alimentos procesados, sobre todo diseñados para eludir el control del apetito y las válvulas de seguridad neurológicas de cualquier víctima insospechada. A causa de la complejidad y la interconexión de las funciones biológicas en el cuerpo humano, el impacto global de la comida procesados en la fisiología humana, la salud, la esperanza de vida y calidad de vida en esta generación es incluso complicado de valorar. Pero una vez más el rigor de este lento, pero eficiente ‘genocidio’ no puede ser totalmente apreciado si el impacto en las futuras generaciones no se evalúa además. Las últimas investigaciones exponen que la dieta durante el embarazo tiene un impacto relevante en las opciones de nutrición de los hijos. Actualmente se confirma que cuando la chica encinta sigue una dieta alta en grasas, su bebé muestra una preferencia medible para el azúcar. en cambio, esto no es solo un rasgo de comportamiento casualmente transmitido a la siguiente generación por medio de imitar la conducta de los adultos. Por contra, como resultado de la dieta materna, el ADN y la posterior expresión de los genes que codifican los receptores opioides y dopamina en el cerebro del niño se altera de una forma que promueve la adicción. Esto no es asombroso, dado que el uso repetido de ciertas drogas ha sido bien documentado por causar alteraciones del ADN enzimática (cambios epigenéticos) que interrumpen los proyectos de genes neuronales y apoyan la conducta adictiva. Este hecho investigador aclara por qué los niños de madres obesas pesan más, poseen mayor masa grasa y se elevó la insulina y niveles de glucosa en la sangre si se compara con los grupos control. Los ensayos prueban que la alteración genética inducida por el consumo de comida chatarra durante el embarazo tiene efectos a largo plazo encima del comportamiento del niño y las respuestas neurológicas. En una forma retorcida, la nueva generación es genéticamente pre-programada para ser adicta a la comida chatarra, inclusive anteriormente de que nazcan. Esta inmejorable auto-alimentación garantiza beneficios a largo plazo para las empresas alimentarias y una dolencia crónica que irá debilitando a los entes humanos, para las generaciones venideras. Por medio el boceto y la venta del productos adictivos, la baja calidad y los productos de promoción de la dolencia, las enormes Corporaciones de alimentos consiguieron lo inimaginable: crear un ejército empleado de admiradores, adictos a la salud comprometida, cuya cognitiva, bioquímica y tambien el potencial genético de liberarse de su adicción es secuestrado anteriormente del nacimiento.

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Por Alejandro

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