
Los egipcios practicaban rituales funerarios con los que pretendían garantizar el descanso perpetuo de sus gobernantes, en cambio, todo aparenta señalar que además poseían conocimientos para castigar a todo aquel que se atreva a profanar las sepulturas de sus fallecidos.
Los egipcios practicaban sofisticados rituales funerarios para garantizar el descanso perpetuo de sus fallecidos. La parte básico del proceso era la momificación, pues el cuerpo poseía que ser dignamente presentado ante Osiris. Estas costumbres fascinaron a los egiptólogos, quienes profanaron las viejas sepulturas para conocer más detalles de los misterios en torno de estas creencias. Pero el conocimiento tuvo un alto precio, pues los mitos afirman que se despertaron antiguas maldiciones que pretendían garantizar el perpetuo descanso de los sepultados.
La Maldición de Tutankamón
Hay un mito que data de hace más de 3000 años sobre un soberano que murió adolescente, y la suerte que corrieron quienes profanaron sepulcro es una historia que tiene todo el enigma de una novela dramática y el número de víctimas de una película de terror. Tutankamón no dejó herederos, fue olvidado por su pueblo y se esfumó durante miles de años, pero se ha convertido en el faraón más conocido de todos. Es conocida en todo el planeta por los tesoros localizados en su sepulcro y por las enigmaticas muertes de quienes participaron en su hallazgo.
El Cairo es una metrópoli antigua que a veces la llaman la mamá del planeta. Han pasado mil años de la fundación de esta metrópoli y el tiempo ha traído varios cambios, pero aquí incluso subsiste el Antiguo Egipto. El 26 de noviembre de 1922, la expedición dirigida por el arqueólogo Howard Carter y subvencionada por Lord Carnarvon, hizo el descubrimiento excepcional de la sepulcro del faraón Tutankamón, soberano de Egipto, entre los años 1332 y 1323 anteriormente de Cristo, en excelente estado de preservación. En una cámara reducida al lado de la sepulcro se localizaron 5.398 objetos, incluyendo un majestuoso ataúd de oro, una impresionante máscara mortuoria dorada, y un gran numero de objetos como tronos, arcos, trompetas, joyas, etc. Carter pasó una década catalogando los objetos con los que el faraón debía viajar al más allá.

De izquierda a derecha, Lord Carnarvon, su hija, Lady Evelyn Herbert, y el arqueólogo Howard Carter, en el acceso a la sepulcro de Tutankamón, en noviembre de 1922. Cortesía: abc.es
A partir de ese instante comenzaron a morir personas vinculadas con el hallazgo. Lord Carnarvon murió tras ser picado por un mosquito en la mejilla. Al parecer que al afeitarse se le infectó la herida que misteriosamente provocó el fatal deceso.
A el deceso de Carnarvon siguió la de su hermano, Aubrey Herbert, que se encontró presente en el hallazgo de la momia. Tampoco se salvó el hombre que dio el último golpe al muro que blindaba la cámara donde estaba el sarcófago. La maldición además alcanzó al hombre que radiografió a la momia de Tutankamón. Narran que, al ir a realizar la autopsia, la momia poseía una herida en la misma mejilla donde a Lord Carnarvon le picó el mosquito.
La convicción de la maldición de Tutankamón se fue haciendo cada vez más conocida y los periódicos sensacionalistas del instante difundieron el mito en el transcurso de la década de los años veinte, llegando así hasta hoy en día.
La Maldición de la Momia de Amen-Ra
La princesa Amen-Ra vivió en torno del año 1500 anteriormente de Cristo. Era una princesa sacerdotisa de los tiempos de Amenofis IV. Cuando murió, sus remanentes fueron guardados herméticamente por orden faraónico en una profunda bóveda, a fin de que pasara al planeta etéreo. Su momia se encontraba provista de los adornos y amuletos de rigor, y en su cabeza poseía un amuleto con la figura de Osiris con una inscripción que : «Despierte de su postración y el rayo de tu ojo aniquilará a todo aquello que quiera adueñarse de ti».
Es decir, la princesa Amen Ra quería descansar calmadamente y advertía a quienes rompieran su descanso perpetuo que serían víctimas de su maldición. Cuando murió, su cuerpo fue embalsamado según la tradición egipcia y depositado en un bello sarcófago de madera. Se encontraba tallado y pintado con el cara de una bella adolescente y se depositó en una cripta en Lusa, al lado a la ribera del río Nilo. Allí continuó hasta que más de tres mil años mas tarde, a finales de 1890, su descanso fue profanado cuando se hicieron excavaciones en la zona. El hallazgo causó múltiples expectativas por el valor histórico de la momia y lo que representaba para la historia de la sociedad. Pero además abrió el camino para desatar una ola de maldiciones y desgracias incontrolables para todos los que se vincularon con la profanación de la sepulcro real.
Los primeros en sufrir la maldición fueron cuatro jóvenes adinerados de Inglaterra que visitaron las excavaciones. Cuando desvelaron el sarcófago quedaron tan impresionados por lo hermoso que era y ofrecieron dinero para comprarla. Al comienzo los excavadores se negaron, pero al final acabaron cediendo ante la cantidad ingente de dinero ofrecido y gestionaron para que varios habitantes de la zona trasladaran la preciada pieza a la habitación del hotel donde estaban alojados. Cuando el inglés que lo compró arribó a su habitación, abandonó el hotel y se adentró en las arenas ardientes del desierto para no volver a ser observado nunca.
La suerte de los diferentes tres hombres tampoco fue distinto. Uno de ellos perdió un brazo al ser disparado de forma accidental por su criado en Egipto. El segundo se enteró de que su fortuna se había esfumado tras llegar a Inglaterra y acabó en la indigencia. Al final, el que quedaba murió tras sufrir una grave dolencia que lo asombró al volver a su país natal.
Anteriormente de que el sarcófago llegara al Museo Británico, pasó a manos de un rico empresario inglés. sin embargo, tras el deceso de tres parientes suyos en un incidente de coche, y el incendio de su mansión, empezó a barajar el plan de que la maldición de esa preciosa reliquia egipcia no era algo que tenía que ser tomado en broma. Al final donó el sarcófago al Museo Británico.
Su traslado a este museo además tuvo tintes trágicos. Anteriormente de llegar el camión en el que iba cargada, se puso en marcha de forma inesperada atropellando a un peatón. Un miembro del equipo que transportaba a la sacerdotisa se quebró una pierna y escasos días mas tarde otro de ellos murió por una dolencia sin identificar.
En la sala egipcia del museo los vigilantes escuchaban todo tipo de sonidos que procedían del interior del sarcófago. Objetos que se movían, luces que se encendían y al final un guardia muerto durante una de las rondas. Todo esto no hacía más que incrementar el enigma y el mito oscura que se cernía sobre la sepulcro de la sacerdotisa. Al final, decidieron esconder el sarcófago en los sótanos, pero tras el deceso de uno de los conservadores y la dolencia en la que cayó uno de sus ayudantes, el Museo tomó la decisión de subastar la pieza.
Un reciente comprador y nuevas desgracias achacadas a la «Princesa» lo obligaron a deshacerse de ella. Al final, un arqueólogo americano se interesó por ella, desacreditando a estas muertes y accidentes a una cadena de casualidades.
A partir de este instante el mito de la princesa Amen-Ra se torna difusa. Se piensa que el envío se preparó velozmente y que la princesa de Amen-Ra fue trasladada en un vasto trasatlántico, un barco inmenso capaz de cruzar el Atlántico, de forma que Inglaterra perdiera de vista esta pieza maldita.
La Venganza de Osiris
Walter Brian Emery es considerado como uno de los egiptólogos más reconocidos de todos los tiempos, pero su nombre verdaderamente quedó tallado en la historia con su trágica muerte en 1971. El hallazgo de una sepulcro oculta en Sakkara que contenía una reducida estatua de Osiris, la deidad de la muerte inició esta enigmatica historia.
El experto llevó el preciado objeto a su alojamiento provisional en la zona de excavación. Entretanto tomaba un baño, la tranquilidad fue interrumpida cuando el asistente Ali-al Khouli oyó un ruido raro. Llamó sin obtener contestación y al final ingresó para un horrible hallazgo: localizó a Emery sujetándose del lavabo, le preguntó si se encontraba enfermo, pero no contestó. Se quedó ahí paralizado. Lo cogió por los hombros y lo arrastró al sillón. Después corrió al teléfono para pedir auxilio. Emery murió unas horas mas tarde sin decir palabra alguna. Por su parte, el periódico egipcio Al Ahram anotó que «esta insolita ocurrencia nos hacen creer que la mítica maldición de los faraones ha sido reactivada».
El Castigo al ladrón
En el 2007, un adolescente alemán cuyo nombre jamás fue revelado por las autoridades, viajó a Egipto para regresar una pieza a simple vista maldita. La historia empezó unos años anteriormente, cuando su padrastro ingresó en el Valle de los Soberanos y cogió un objeto cualquiera como recuerdo de su viaje. Cuando volvió a Europa, el ladrón fue aquejado por una insolita fatiga, fiebre, parálisis y al final la muerte. La familia determinó que el hombre continuaría sufriendo incluso mas tarde de muerto y concluyó que la única manera de terminar con sus males sería regresando el objeto a su sitio de origen.
La Estatua de Neb Senu
Uno de los grandes enigmas de los últimos años sucedió en el Museo de Manchester. Una reducida estatua de Neb Senu giraba lentamente en el transcurso del día para despues mantenerse inmóvil durante la noche. Las grabaciones de las cámaras de seguridad arribaron a internet y se viralizaron, desatando toda clase de hipotesis, entre ellas las que aseguraban que el objeto había sido poseído por el alma errante del propio Neb-Senu.
La magia acabó con el proyecto británico Mystery Map, cuyos investigaciones encontraron una ligera, casi imperceptible vibración provocada por el tráfico de los visitantes diarios. ¿Por qué era la única? La gran parte de las estatuas egipcias poseen bases planas, pero la escultura de Neb-Senu es convexa y más susceptible a las vibraciones.
Aclaraciones alrededor a las Maldiciones
La controversia actual es si las narraciones de maldiciones se crearon en la era del Antiguo Egipto o en la modernidad. Bastantes egiptólogos mantienen que las maldiciones eran una forma de defender la sepulcro de robos, dado que los cuerpos se enterraban con objetos valiosos. Varios ejemplos de maldiciones pueden observarse en paredes localizadas en sepulturas, con la finalidad de ahuyentar a visitantes no deseados.
Otra hipotesis es que mas tarde de miles de años encerrados en una sepulcro, los cuerpos pueden volverse tóxicos o nocivos para la salud de personas con un sistema inmune débil. Al ser sepultados con alimentos y diferentes sustancias, al abrirlo son capaces de enfermar. Varios investigaciones exponen que en las paredes de las sepulturas crecen hongos que son perjudiciales a los pulmones. en cambio, bastantes concuerdan que el deceso de Lord Carnarvon fue a causa de las circunstancias en Egipto en general y no por la sepulcro. La higiene en esa era no era la mejor y un hongo o bacteria milenario no nos mataría en algunas semanas, como sucedió con él.
Es factible que las maldiciones fueron creadas por los individuos de esa era para imposibilitar la profanación de la sepulcro y los expertos actuales rompieron la regla. Conocer encima del pasado es notable, pero no algo que los egipcios tuviesen en cuenta.