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El Entrelazamiento Cuántico o «Efecto de Dios»: El pegamento entre el alma y la materia

En las últimas decenios la física cuántica ha tomado una enorme popularidad entre los no iniciados, principalmente por virar el materialismo característico de la ciencia hacia antiguas filosofías como el idealismo o religiones tan atractivas para la mente posmoderna como el budismo. Tiende un puente: la ciencia originalmente no se distingue de la filosofía: ambas buscan explicar y comprender la naturaleza (o el cosmos); la naturaleza, que en un inicio era concebida como la manifestación evidente del alma. Es parte de la interpretación popular de la física cuántica (ampliamente criticada por investigadores que en ocasiones no consiguen salir de la “caja”): realizar del planeta algo en lo que la mente participa o por lo menos algo que se parece más a lo mental que a lo inerte y unicamente mecánico. A mi juicio atinadamente, el filósofo y físico de Yale Abner Shimony llamó a esta vertiente de la física “metafísica experimental”.

Una de las cosas que ha hecho a la física cuántica tan atractiva para la mente popular, con cierta inclinación a la espiritualidad, es que ha comprobado que el acto de ver un objeto afecta el estado de lo que se observa. Este “efecto del observador” se explica por la interacción inevitable entre un instrumento y el fenómeno que se observa. Por otra parte, el comienzo de indeterminación de Heisenberg señala que la posición y el momentum de una partícula no pueden determinarse hasta que no es medida —hay en un estado de superposición, está, por así decirlo, en todas partes anteriormente de ser medida u observada. La interpretación popular, que extrapola el planeta micróscopico, espectral e implicado del quantum al planeta macroscópico, que se caracteriza por el dar sentido: la explicación, ha entendido esto como que al ver cualquier fenómeno, al percibir algo, lo modificamos: la mirada transforma y tambien, bajo cierta influjo del new age, al percibir (o al creer en) algo lo estamos (co)creando. El escritor Robert Anton Wilson desarolló toda una hipotesis de psicología cuántica agnóstica de la realidad bajo este comienzo:



Cada modelo que construimos nos menciona más sobre nuestra mente que encima del cosmos… el cosmos es más grande que cualquiera de nuestros modelos… cada descripción del cosmos es una descripción del instrumento que utilizamos para explicar el cosmos (la conciencia humana).

Entre el tesoro de rarezas que reveló la física cuántica al penetrar en el átomo, quizá la más significativa y maravillosa sea el entrelazamiento cuántico. Desde 1935 el físico Erwin Schrödinger notó una propiedad peculiar en la materia subatómica que llamó “entrelazamiento” (entanglement, en inglés). Esto es, cuando dos equipos cuánticos entran en contacto entre ellos permanecen conectados repentinamente, como si fueran parte de un todo indivisible. Schrödinger velozmente apuntó que esta era la desigualdad fundamental entre la hipotesis cuántica y la física clásica.

Hoy en dia el entrelazamiento cuántico se entiende como un proceso en el que una sola función de onda explica dos objetos alejados, los cuales comparten una misma presencia sin embargo lo lejos que puedan estar entre ellos, como si estuvieran unidos por un cordón umbilical invisible o una onda que, en hipotesis, se puede propagar por todo el cosmos. Dos partículas que se han entrelazado poseen una descripción definida juntas, pero cada partícula por separada yace en un estado totalmente indefinido: podemos decir que no hay la una sin la otra (si bien una partícula pudiera estar en las Pléyades y la otra entrando a tu pupila en la Tierra: photons that did tango, can never untangle). El entrelazamiento cuántico, que ha sido contemplado principalmente entre fotones, ha sido descrito por Henry Stapp en los términos de “luz gemela”, una “disposición correlacionada a contestar”.

Albert Einstein desdeñó este aspecto de la mecánica cuántica con su famosa frase de “acción fantasmal a separación”. Einstein, por supuesto, había impuesto un límite de velocidad al cosmos y no concebía factible un efecto superlumínico. en cambio, el físico irlandés John Bell demostró con su conocido teorema que el entrelazamiento cuántico sí ocurre (algo que ha sido comprobado en repetidas ocasiones, como es el suceso del conocido experimento de Aspect).

Actualmente bien, este enigmatico efecto de entrelazamiento a separación difíicilmente se explica por una fuerza física que pueda viajar más allá de la velocidad de la luz para transmitir un estado cuántico entre dos partículas (de existir indudablemente se mantiene fantasmal). Bell explicó esta conexión entre partículas como “no-local”, es decir que no posee una ubicación en el cosmos. Dice Nick Herbert:

Las interacciones no-locales, de existir, serían un tipo de vudú de la física en el que una partícula influye en la otra, no a través de una fuerza de campo convencional, sino sencillamente porque se han tocado alguna vez en el pasado lejano.

Pese a observarse en el laboratorio repetidas veces este fenómeno que afecta a los bloques fundacionales de la materia que conforma a todas las cosas del cosmos, hay cierta reluctancia a darle importancia al entrelazamiento cuántico. Nuestra vida en el planeta macro discurre sin detenernos a pensar en lo que representa que todas las partículas que han estado en contacto entre ellos tengan esta propiedad de conexión cuántica instántanea: no se nos ocurre pensar que estamos entrelazados con ciertas personas, con ciertos objetos, con ciertas ideas que siguen influyéndonos a separación. Hace poco, en cambio, investigadores han notado que diferentes fenómenos “macroscópicos” —como la fotosíntesis y la navegación de las aves— parecen estar ligados al entrelazmiento cuántico. Incluso más interesante es la hipotesis de que nuestro ADN se mantiene unido debido a esta conexión cuántica.

Elisabeth Rieper y colegas de la Universidad Nacional de Singapur manifiestan que este entrelazamiento es lo que mantiene unida la doble hélice del ADN. Según el lugar Technology Review de MIT, Rieper y sus colegas usaron un modelo teórico del ADN en el que cada nucleótido consiste en una serie de electrones orbitando un núcleo cargado positivamente. El movimiento de la nube negativa es un oscilador armónico. Cuando los nucleótidos se unen para forma un par de bases, las nubes deben de oscilar en direcciones opuestas o la estructura no será estable. Rieper y sus colegas se preguntaron qué le sucedería a esas oscilaciones si los pares bases estuvieran apilados en una doble hélice. La hélice debería de vibrar y deshacerse, pero esto no sucede, ya que las oscilaciones ocurren como una serie de estados de superposición —lo que representa que oscilan en todos los estados posibles al mismo tiempo. Un entrelazmiento cuántico lo mantiene todo unido [Daily Galaxy].

Que el ADN esté unido por entrelazamiento cuántico es altamente significativo, y por otra parte algo que podría anticiparse bajo cierto entendimiento de la selección natural y la evolución. Siendo que el ADN es fundamentalmente un proyecto (bio)informático que ha logrado replicarse con éxito —una especie chip cósmico o texto orgánico (¿el axis mundi de la galaxia?)— y que la forma más segura de transmitir información de la cual poseemos conocimiento es el entrelazamiento cuántico, es lógico pensar que el código genético esté vinculado entre ellos de esta forma: con el pegamento más potente del cosmos (curiosamente es esa “oscilación de todos los estados posibles al mismo tiempo” lo que le da cohesión, un tipo de omni-potencia cuántica).

asimismo de la hipotesis expuesta por los expertos de la Universidad de Singapur, el Premio Nobel de Química Luc Montagnier publicó el año anterior un trabajo en el que propone que el ADN emite señales electromagnéticas que imprimen su estructura en diferentes moléculas, algo parecido a una teleportación de información, o en diferentes palabras entrelazamiento cuántico. El experimento hecho por Montagnier ha creado gran controversia y poca aceptación entre la comunidad científica, de cualquier forma avanza hacia una elegante intuición —que parece reflejarse en la naturaleza. Incluso menos aceptado es el trabajo del investigador ruso Pjotr Garjaje quien sostiene que el ADN es parecido a un Internet cósmico. Lo siguiente del texto Vernetzte Intelligenz de Grazyna Fosar y Franz Bludor 

En realidad, Pjotr y su equipo encontraron más paralelos incluso entre la genética y la informática. Especulan que la estructura del «ADN basura» (el «segundo código» parecido a la gramática del lenguaje humano) y su probabilidad de modificación, se deben a que el ADN no acumula toda la información necesaria en cada instante, sino que intercambia información permanentemente (la recibe, modifica y emite), de la misma forma que lo hace una computadora conectada a la web. Cada persona sería, siguiendo esta línea argumental, un nodo de una red o sistema (como Internet) que involucraría a bastantes más individuos-nodos.

Hay que aclarar que Pjotr es una figura oscura, a simple vista miembro de la Academia de Ciencias de Moscú según varios sitios web, de quien se posee poca información y quien estima que el ADN no solo puede modificarse a través de la interacción de rayos de luz coherente (como lásers), además a través de las palabras —de forma parecido a lo que sostiene Masuro Emoto con las moléculas de agua. Aclarando esto —que nos alejamos de la ciencia establecida— la probabilidad de que el ADN de un ser vivo no solo esté en un estado de entrelazamiento cuántico con cada una de sus células, sino con diferentes miembros de su especie (y quizás con todo el cosmos), es muy interesante. Es una forma de aclarar la alucinante hipotesis de los campos mórficos del biólogo Rupert Sheldrake, quien sostiene que hay campos de información que organizan el desarrollo de una especie y sirven con una memoria de la naturaleza —de tal forma que se pueden transmitir hábitos y mutaciones de forma horizontal, sin tener que pasar de generación a generación.

En 1920 el embriólogo Alexander Gurwitsch reveló que los entes vivos emiten fotones «ultra-débiles» en el interior del espectro ultravioleta. Gurwitsch los llamó «rayos mitogénicos», ya que afirmaba que estos fotones tenían un papel notable en la división celular del campo morfogenético, es decir, en el desarrollo de la estructura morfológica de un ser vivo.

En la década de los 70 el maestro Fritz Albert Popp reveló que esta emisión de luz, a la que llamó biofotones, se presentaba en un rango de entre 200 y 800 nm y que exhibía un patrón periódico y coherente. Popp teorizó que los biofotones son producidos por el ADN en el núcleo de las células. Esto fue comprobado en los años ochenta. El Dr. Jeremy Narby escribió en su texto The Cosmic Serpent:

Como el axis mundi de las creencias chamánicas, el ADN posee una forma de escalera torcida (o una viña); de acuerdo a mi teoría, el ADN era, como el axis mundi, la fuente del conocimiento y las visiones chamánicas. Para estar seguro poseía que comprender cómo el ADN podía transmitir información visual. Sabía que emitía fotones, que son ondas elctromagnéticas, y me acordé de lo que Carlos Perez Shuma me había mencionado cuando comparó a los espíritus con «ondas de radio». Una vez que prendes la radio, las puedes sintonizar. Es lo mismo con los espíritus; con la ayahuasca los puedes ver y escuchar. Así que investigué la literatura sobre fotones de origen biológico […]

Narby formuló la teoría de que cuando los ayahuasqueros del Amazonas dicen comunicarse con los espíritus de las plantas, de sus ancestros o de la naturaleza, en verdad se están comunicando con el ADN de esas plantas o con su propio ADN (el cual posee un campo holográfico) —y de esta forma obtienen información extremadamente complicado de obtener por procedimientos de evidencia y error, como fue en su instante el hallazgo del curare. «Esta es la fuente del conocimiento: el ADN, viviendo en el agua y emitiendo fotones, como un dragón acuático escupiendo fuego».

Hay en la profundidad del misticismo humano una identidad entre el alma y la información, que ha sido recuperada con la física cuántica y con la era de la informática. Del gnosticismo al Internet. De Hermes a MSN. It from bit. Heisenberg escribió: “los átomos no son cosas, son solo tendencias, así que en vez de pensar en cosas, debes de pensar en posibilidades. Todos son posibilidades de conciencia”. Ervin Lazlo ha mencionado que “la información es el software del cosmos”. Vemos hoy nitidamente que la información es lo que proyecto a la materia, lo que de alguna forma arde al interior del cuerpo (la manifestación más conspicua de aquello que llamamos alma —”el sol invisible”— es la información, el código). La versión de Erik Davis del Génesis:

En el comienzo era la Info, y la Info estaba con Dios, y la Info era Dios.

Davis, en su escrito Images of Spiritual Information, añade: “El medio es el mensaje y el mensaje es el alma al interior que viene de fuera, señal y ruido cruzando las fronteras entre ellos en el flujo feroz del desdoblamiento”.

Si el Logos o Alma en verdad es omnipresente, por lo tanto debe de contar con los servicios de mensajería instantánea del entrelazamiento cuántico. No por nada el escritor Brian Clegg ha titulado su texto encima del entrelazamiento cuántico “El Efecto de Dios”, como si este fuera el resultado de la materialización de la deidad en el cosmos: el sello elástico de la unidad.

Según el físico Nick Herbert, el teorema de Bell revela que los hechos que experimentamos en el planeta “no pueden ser simulados por una realidad local subyacente. Cualquier realidad que se ajuste a los hechos debe de ser no-local […]. El teorema de Bell muestra que debajo del mundanal ruido de nuestra presencia local yace oculta una realidad cuántica vudú conectada superlumínicamente que es necesaria para que este planeta ordinario opere”.

Esta realidad subyacente es lo que David Bohm llamó el orden implicado, un mar de energía del cual se desprende nuestra presencia escasamente como la onda que se forma sobre la superficie de un lago cuando se lanza una roca. Es además lo que Arthur Schopenhauer llamó el Planeta de la Voluntad (nuestra realidad explícita es el Planeta de la Representación: el Maia, la Matrix). Es además el planeta del Nagual, que expone Don Juan Matus según Carlos Castaneda y que pudiera ser parte de la tradición oculta tolteca. Es el planeta del Alma, el Brahman. El entrelazamiento cuántico al parecer el cordón umbilical (de luz comunicante) entre la dimensión de unidad divina absoluta y el planeta material de la multiplicidad, que es una falsa caída o división, ya que, por el mismo entrelazamiento cuántico, el Alma sigue irradiando, transmitiéndose a sí mismo a través de nosotros. In-formándonos.

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Por Alejandro