Últimos días de febrero de 1907, El Ladrillar, reducida aldea ubicada en lo más hondo de las Hurdes extremeñas. Al caer la noche, unos gritos guturales resuenan por las callejuelas empedradas
La gente corre a encerrarse en sus viviendas y tan apenas unos escasos osan a ver tras los empañados cristales, como un raro y pequeño ser de extremidades cortas y cabeza desproporcionada, se pasea sin rubor flotando en el aire por las afueras de la villa, acompañado por dos pequeñas luminarias.
Estos hechos, que actualmente os contaré con más detalle, pueden parecer a priori el argumento de una película de serie B de los años setenta, pero tales sucesos fueron autenticos, y así quedaron registrados en diversas actas oficiales de la era por vía del párroco Isaac Gutiérrez, que semanas después de vivir en primera persona estos insólitos hechos, los relató a viva voz en el primer congreso de Hurdanofilos celebrado ese mismo año en Plasencia, ante toda una cohorte de personajes acaudalados e influyentes y ante el mismísimo obispo de Cáceres y Coria.
Incluso hace unas décadas, los testimonios de los ancianos que vivieron los sucesos de aquellos 26,27 y 28 de febrero, respaldaban con gran precision los legajos con el una declaración del párroco, que se conservan aun en el Archivo Episcopal de Cáceres. igualmente se conserva el acta de defunción de la reducida María Encarnación Martín, que señala que el óbito se había producido por causas absolutamente desconocidas, y que cayó fulminada ante el fulgor de una de las luminarias que acompañaban al que, desde por lo tanto, se conoce como «el duende de Ladrillar».
El duende apareció un día sin aviso previo, en las proximidades del cementerio de la pedanía y lo volvió a hacer durante los dos días posteriores para desaparecer sin dejar huella y no volver jamás. Según Isaac Gutiérrez, «el duende vestía ropajes ceñidos y oscuros enfundados en un menudo cuerpo, la cabeza era desproporcionada por lo grande, y las extremidades cortas».
Descripción que a todos nos puede sonar la actualidad a los típicos encuentros con personajes supuestamente de origen alienigena, pero que en aquellos tiempos aun era un concepto totalmente desconocido, y aun más para unas tierras como las Hurdes, aisladas del planeta y totalmente ignorantes en estos aspectos
Serafina Bejarano Rubio, que vivió aquellos sucesos cuando poseía 9 años, lo relataba del siguiente modo: «Yo tendría nueve años. Y todo lo recuerdo perfectamente como si hubiera pasado hoy. Fueron tres días los que se apareció aquel «tío». Venía volando, a no mucha altura y perseguido de dos luminarias redonditas y fueres. Casi jamás hacía ruido, pero a veces gritaba…, era como un «uuuua, uuuuua» que nos ponía de miedo. La gente se arrejuntaba en aquella placilla de abajo y veíamos cómo aquel demonio flotaba incluso esa arboleda de ahí enfrente. Uno de los días llegó a aposarse muy cerca del cementerio. Daba como un «rivoloteo en el aire» y volvía otra vez para una casa de allí. Estábamos muy asustados… todos le teníamos miedo. Luego hubo un día que no volvió más y por eso se quedó lo del duende. Dicen que el cura lo expulsó, que llegó a pelearse con él. Pero eso ya no lo sé. Iba vestido de negro y era chiquito, chiquito… comparable igual a un mono. Yo poseía nueve años… pero jamás podré olvidarlo».
En otro instante, según cuentan las actas, una de las luminarias que acompañaban al llamado duende surcó el cielo a un asociación de chiquillos entre los que estaba la misma Serafina Bejarano. El párroco siguió la escena desde el pórtico de la iglesia y vió, al igual que multitud de asustados vecinos, cómo una jovencita de tan sólo un lustro caía al suelo de modo fulminante. La reducida María Encarnación moría días después del hecho, el 2 de marzo, sin que nada se pudiese hacer por salvarla y sin una provoca concreta o conocida para su muerte.
¿Que ocurrió verdaderamente durante aquellos tres lejanos días de 1907? Los más escépticos opinarán que todo esto no son más que cuentos de viejas, diferentes dirán que algo sucedió pero que se ha sacado de contexto. En este aspecto se puede leer en varios sitios que el supuesto duende no fue más que un pájaro negro, un cuervo seguramente quizás de un tamaño más grande de lo normal y que merodeó por aquel pueblo durante los mencionados días, a la aparición de este pájaro se le atribuiría la mala suerte que corría la villa y la elevada mortandad que sufrían sus gentes. Con el tiempo, la cronica habría degenerado en lo relatado más arriba. Es posible, quien sabe… lo único cierto es que algo sucedió en el Ladrillar y aquí os he contado lo que por tradición oral o escrita ha quedado de todo ello. A partir de aquí, cada uno puede sacar sus propias conclusiones.
Estaría bien situarnos un poco en el cosmos y en el tiempo en los que sucedieron estos y demasiados diferentes sucesos misteriosos en éste inhóspito rincón de la España profunda. La actualidad, los 600 kilómetros cuadrados que conformaron el «país hurdano», territorio situado a caballo la provincia de Cáceres y Salamanca, han dado un giro radical en todos los aspectos y para mí personalmente, es una de las zonas más bellas de España. Pero durante muchísimos años, esta zona fue considerada por demasiados, (varios que jamás llegaron a pisarla), como la representación más fiel del infierno en la tierra.
La primera mención histórica de las Hurdes puede encontrarse siglo XVII en la obra «Curiosa Philosophiae» («Curiosa filosofía») del filósofo jesuita Juan Eusebio Nieremeberg, más conocido como el Padre Nieremberg. Éste explicó Las Hurdes en los términos desoladores: «Hay en este reino un áspero valle infestado de demonios, un lugar que los pastores admiten habitados por salvajes; gente ni vista ni oída, de lengua y usos distintos a los nuestros. Son hombres y mujeres que andan desnudos pensando ser solos en la tierra».
En 1907, el antropólogo francés Maurice Legendre se instaló entre los hurdanos para escribir su célebre obra «Etude de geographic humaine» («Ensayo de la geografía humana»), un trabajo de investigación que llevó la miseria y la desolación de los hurdanos a los ojos del público mundial en 1909. desde aquel momento, decenas de expertos acudieron a la desconocida región para investigar aquellos tristes entes desnutridos y abandonados en las agrestes tierras extremeñas.
Así contaba por ejemplo Georges Borrow, en su «La Biblia en España» del año 1921: «No hay tierra como ésta. Tiene sus misterios y sus misterios. Demasiados se han perdido en ella y no han vuelto a saberse su destino. Cuentan que en ciertas lagunas existen horribles monstruos y que en los ásperos valles sólo alumbra el sol a mediodía, reinando las tinieblas el resto de la jornada».
Vicente Barrantes, explorador extremeño que recorrió las cuarenta alquerías que conformaban las Hurdes, manifestó a su vuelta: «En los zonas de acceso a las alquerías cortan el camino los hurdanos. Desnutridos y harapientos, con mirada fija en el suelo, acaban huyendo de modo espantoso, brincando entre los riscos con la agilidad propia de las cabras por mucha que sea su edad. Diferentes, los más, se retiran asustados a sus inmundos cobertizos, guardando silencio ante la llegada del forastero. Nadie sabe qué edad tiene, ni demasiados cuál es su familia. Si así se presentan en los albores del siglo XX ¿Cómo lo harían en 1600?».
En 1922, el soberano Alfonso XIII viajó a Las Hurdes para vivir en su propia piel la desgracia humana. Su visita trajo consigo la puesta en marcha del Patronato de Las Hurdes, destinado a llevar la modernidad a aquel recóndito lugar en ruinas.
En 1933 llegaría el polémico documental de Buñuel «Las Hurdes, tierra sin pan», censurado en España y cuyas estremecedoras imágenes conmovieron al planeta e indignaron a centenares de hurdanos. Y es que al parecer que el jefe de cine aragonés no se contentó con reflejar la triste realidad de la comarca, sino que se valió de cuestionables estrategias para incrementar el colisión visual y humano de su trabajo. Una de las escenas más conocidas refleja un asno despeñándose por un escarpado precipicio. Lo que ante ojos de demasiados espectadores pudo parecer un incidente, en verdad fue un hábil montaje del jefe cuya víctima fue el indefenso burro: lo abatieron de un disparo cuando estaba al borde del acantilado.
Por suerte, esta estampa que es cosa del pasado y solamente lo más viejos recuerdan las penurias que pasaron en esta tierra de pizarrales, convertida hoy viñedos y tierras de buen ganado. Pero lo que si que perdura de aquellos tiempos son las decenas de leyendas sobre luces enigmaticas y aparecidos, sobre maldiciones y encuentros con personajes siniestros y terroríficos y que os iré desvelando en sucesivos posts. No en vano, este territorio ha estado ocupado desde hace más de 5000 años por distintos pueblos y culturas, y buenas muestra de ello son los cuantiosos remanentes arqueológicos en los que antiguas culturas dejaron su huella inscrita en piedra, enigmáticas runas e inquietantes figuras de aspecto humanoide que aun encierran demasiados misterios por desvelar.