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La Leyenda De La Carreta Chillona: El Carro Llorón Fantasmal

La leyenda de La Carreta Chillona es una de las leyendas salvadoreñas más escalofriantes, de hecho, se ha transmitido de generación en generación en forma de historias contadas por quienes han tenido la oportunidad de escucharla a medianoche. En algunos lugares, esta leyenda se conoce como «Carreta bruja», que significa carro bruja.

La leyenda de La Carreta Chillona comenzó en España. Un niño llamado Terencio Pérez fue adoptado por un sacerdote Fray Antolin Oviedo que le enseñó a leer y escribir.

El sacerdote siempre trató de convencer al niño para que se convirtiera en sacerdote. Terencio siempre decía que no, aunque prometió que sería un buen hombre que ayudaría a los demás.

Finalmente, el sacerdote murió de vejez y Terencio se mudó a otra ciudad donde comenzó a trabajar para un médico. Continuó con más ganas de aprender que de ayudar.

Con el tiempo, aprendió lo que necesitaba saber. Unas pocas noches después se aprovechó de este grupo de personas que iban a tomar un barco para ir a algún lugar distante. Le dijo que era médico y que les ofrecería sus servicios si lo llevaban con ellos; La gente dijo que sí.

Finalmente, Terencio apareció en San Salvador. Como nadie lo conocía, mintió y dijo que era un médico milagroso. Comenzó a practicar su «profesión», y para las personas que murieron en sus manos, dijo: «Es la voluntad de Dios».

Los que tuvieron suerte y no murieron tuvieron que pagarle de alguna manera. Finalmente, se hizo rico.

Una noche, cuando Terencio regresaba de un bar, escuchó un ruido, como si fueran pasos. Comenzó a caminar cada vez más rápido, hasta que escuchó la voz del sacerdote que lo cuidó cuando era niño.

El fantasma del sacerdote pareció decirle que no tiene parte en este mundo porque muchas personas habían sido asesinadas por su culpa y el conocimiento de que había aprendido que no se usaba para ayudar a las personas.

Por lo tanto, el fantasma lo obligó a recoger los huesos de todas sus víctimas y le dijo que construyera un carro.

Cuando terminó, el sacerdote le dijo a Terencio que ya estaba muerto, y que vagaría por toda la eternidad hasta que descansara todos los huesos de sus víctimas en un cementerio apropiado.

Se dice que alrededor de la medianoche, Terencio deambula por San Salvador cerca de pequeños pueblos y aldeas de luto. Puedes escuchar el sonido de cadenas y huesos rompiéndose en la distancia, y ha habido varias cuentas donde la gente ha testificado que lo vio.

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Por Alejandro