LOS OVNIS EN EL ANTIGUO ORIENTE
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Quienes buscan vestigios de presencia extra-humana (no necesariamente de fuera del planeta, sino fuera de nuestra civilización actual), no dudan en revisar con ojo crítico las escrituras, tanto religiosas como históricas; además de las leyendas y creencias de los antiguos pueblos.
Esta búsqueda no está circunscripta a una raza, una zona geográfica o una cultura determinada; ya que en todas se encuentran escritos y creencias que no condicen con su época de desarrollo y se acercan más a nuestra actual tecnología que a la que podemos vislumbrar (y que sería lógica), en un pasado remoto.
Los pueblos de Oriente no son la excepción y en sus milenarias y enigmáticas culturas encontramos hechos asombrosos.
Los antiguos habitantes de China, que sugestivamente se autollamaban “hijos del cielo”, poseen una literatura que ofrece una abundante selección de observaciones de objetos voladores desconocidos, agregándoles concretas especificaciones del momento histórico en el cual apareció cada uno de ellos.
Una de las más antiguas de estas referencias la encontramos en el capítulo décimo de la obra “Ciencia Natural”, donde se lee: “ Bajo el reinado de Xi Ji fueron vistos dos soles en la ribera del río Feichang, uno de los cuales subía por el este, mientras que el otro bajaba por el oeste. Ambos producían un ruido como el trueno.
Esto ocurrió hace aproximadamente 4.000 años.
Más acá en el tiempo (siglo IV a.C.), el escritor Wang Jia, contemporáneo de la dinastía Tshin, en su libro titulado “Reencuentro” dice: “Durante los treinta años del reinado del emperador Yao, una inmensa nave flotaba por encima de las olas del mar del oeste. Sobre esta nave, una potente luz se encendía de noche y se apagaba de día. Una vez cada doce años, la nave daba una vuelta por el espacio. Por esto se la denominaba Nave de Luna o Nave de las Estrellas”.
En su obra “Observaciones del Cielo” (siglo III de nuestra era), se encuentra otra descripción de esta nave: “Había una gran nave voladora expuesta en el palacio de la Virtud bajo la dinastía de los Tang. Medía más de cincuenta pies de largo, y resonaba como el hierro y el cobre, resistiendo perfectamente a la corrosión; se elevaba en el cielo para retronar después, y así continuamente”.
Cualquier semejanza con un objeto volador no identificado no es mera casualidad.
El historiador Zhang Zuo (autor de “Historia del Poder” y de “Oposición”), escribe lo siguiente: “el 29 de mayo del año II, bajo el reinado del emperador Kai Yuan, durante la noche, apareció una gran estrella móvil, del tamaño de una cuba, que volaba en el cielo del Norte, acompañada de otras estrellas más pequeñas; esto duró hasta el amanecer”.
Hay más evidencias. En el “Nuevo Libro de los Tang”, en el capítulo 22, dedicado a la Astronomía, explica: “El año II, bajo el reinado del emperador Quian-fu, dos estrellas, una roja y la otra blanca, que medían como dos veces la cabeza de un hombre, se dirigieron una junto a la otra al sudeste. Una vez paradas en el suelo, aumentaron lentamente de tamaño y lanzaron luces violentas. Al año siguiente, una estrella móvil brilló de día como una gran antorcha. Tenía el tamaño de una cabeza. Habiendo llegado del nordeste, sobrevoló dulcemente la región, para desaparecer finalmente en dirección noroeste”.
En otro pasaje del mismo libro, se puede leer: “En marzo del año II, bajo el reinado del emperador Tian Yu, cierta noche una gran estrella surgió de la bóveda del cielo. Era cinco veces más grande que un celemí y volaba en dirección del noroeste. Descendió hasta treinta metros del suelo. Su parte superior lanzó luces de fuego de color rojo anaranjado. Sus luces llegaban a más de cinco metros. Se desplazaba como una serpiente, rodeada de numerosas estrellas pequeñas que desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Se vio una especie de vapor que subía muy alto hacia el cielo”.
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En la India, más precisamente en la gran epopeya sánscrita del Mahabharata, podemos leer que Maia, el constructor, ingeniero y arquitecto de los asuras, fue quien diseñó y luego construyó un gran habitáculo de metal, que fue trasladado al cielo, siendo éste uno más de muchos habitáculos similares que cada una de las divinidades (Indra, Yama, Varuna, Kuvera y Brahma) poseía para su uso cotidiano.
Narada, el gran sabio de la antigua tradición, aclara que la ciudad voladora de Indra se encontraba permanentemente en el espacio, que estaba rodeada de una pared blanca y que producía destellos de luces cuando se desplazaba por el firmamento, siendo esta una explicación muy similar a la que daría el testigo del desplazamiento de lo que hoy conocemos como “nave madre” en la jerga ufológica.
También bajo el agua, en las profundidades de los mares y océanos, se desplazaban aparatos metálicos, tal como lo hacen hoy los modernos submarinos (y los Osni`s, tal como podemos enterarnos, leyendo el artículo sobre ellos en este mismo capítulo).
En este texto sánscrito (el Mahabharata), a los aparatos voladores se los llama comúnmente “vimanas” y tenían una importancia tal, que las torres de las antiguas construcciones eran rematadas con la forma de éstos (lo que nos permite ver una nave extraterrestre circular en lo más alto de estos edificios).
El Mahabharata describe con lujo de detalles en cuanto a medidas y características a estas naves voladoras; además de las grandes construcciones, similares a ciudades espaciales y sus semejantes submarinas y subterráneas.
Un claro ejemplo de ello es el indestructible vehículo volador anfibio, que poseía Arjuna (otra de las divinidades) y que era piloteado por su ayudante Matali.
Pero sin lugar a dudas, lo más impresionante es el detalle del combustible que usaban, al que llamaban “rasa” y el cual (de acuerdo a modernos estudios realizados), es lo que hoy llamamos mercurio y que ha adquirido gran importancia en la astronáutica actual.
También en la otra gran epopeya hindú, el Ramayana, eñ auitor (Valmiki), habla de los vehículos metálicos y brillantes, que volaban por los aires de acuerdo a la voluntad de sus pilotos, tal como ocurre con las naves actuales.
Esta es solamente una muestra (muy breve por cierto), de lo que puede encontrarse en los textos clásicos orientales, acerca de los ovnis y de los dioses que estuvieron junto a los hombres en la antigüedad y les entregaron conocimientos y elementos para posibilitar su desarrollo.-
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