La teoría más terrible de por qué jamás hemos observado alienigenas
Fotograma del vídeo «Los zonas favoritos de Stephen Hawking»
El Cosmos es tan increíblemente grande que cuesta trabajo pensar que en él no haya un enorme número de mundos habitados. en cambio, y a pesar de nuestros esfuerzos, no hemos conseguido localizar incluso actualmente ninguna figura de vida fuera de la Tierra. ¿Dónde está, por lo tanto, todo el planeta?
El plan no es nueva, y constituye el núcleo central de la conocida paradoja de Fermi, que alude a la desconcertante anomalía científica de que a pesar de que hay centenares de miles de millones de estrellas solo en nuestra galaxia, la Vía Láctea, y muchísimas más en los billones de galaxias que forman el Cosmos, jamás hemos hallado señal alguna de diferentes culturas inteligentes.
Las soluciones a este «enigma», algunas de ellas verdaderamente pintorescas, son un reflejo de la preocupación que este asunto suscita entre los investigadores, que desde hace varias generaciones tratan encontrar una explicación lógica para tanto silencio. Entre ellas, que los supuestos extraterrestres podrían estar hibernando, o que alguna fuerza enigmatica está impidiendo que las culturas prosperen… o, sencillamente, que están ahí pero no desean conocer nada de nosotros.
Un futuro peor que la extinción
Actualmente, el físico teórico Alexander Berezin, de la Universidad Nacional de Tecnología Electrónica de Rusia (MIET), ha propuesto su propia explicación para nuestra aparente soledad en el Cosmos. Una idea indudablemente terrible que, basándose en la paradoja de Fermi, él mismo ha bautizado como «el primero en entrar, el último en salir».
En un artículo recién publicado en arXiv.org, Berezin asevera que la citada paradoja tiene «una solución trivial que no requiere de conjeturas controvertidas», aunque puede resultar «complicado de aceptar, ya que predice para nuestra propia civilización un futuro que es inclusive peor que la extinción».
Tal y como lo ve Berezin, la mayor parte de las soluciones de la paradoja de Fermi propuestas incluso actualmente definen la factible vida alienigena de una figura muy limitada. «La naturaleza precisa de las culturas que aparecen en los astros -afirma- no debería de importarnos».
De hecho, «podría tratarse de organismos biológicos como nosotros, o de Inteligencias Artificiales que se rebelaron contra sus creadores, o inclusive de mentes a escala planetaria, como las que explicó Stanislaw Lem en Solaris». El hecho es que, por actualmente, no hemos sido capaces de detectar en el universo ninguna de esas cosas.
El «Parámetro A»
Para Berezin, el singular parámetro que verdaderamente debería preocuparnos es el umbral físico en que nosotros podríamos ver su existencia. «La única variable que podemos medir objetivamente -escribe el científico- es la probabilidad de que la vida pueda ser detectable desde el cosmos exterior en el interior de una cierta separación de la Tierra». Berezin alude a esa probabilidad como «Parámetro A».
De este modo, si una civilización extraterrestre no logra llegar de alguna figura al Parámetro A, ya sea desarrollando naves interestelares, transmitiendo mensajes espaciales o por cualquier otro medio, jamás podremos verla, aunque exista.
Pero la solución «Primero en entrar, último en salir» de Berezin propone un escenario demasiado más sombrío. «Qué pasaría -se duda el físico en su artículo- si resultara que la primera figura de vida que alcance la capacidad de viaje interestelar se dedicara, necesariamente, a erradicar a toda su competencia para alimentar su propia expansión?».
Para Berezin, esto no significa necesariamente que una civilización altamente desarrollada se dedique a borrar conscientemente diferentes formas de vida, sino que podría ser que ni siquiera se den cuenta de ello, «del mismo modo que un equipo de edificación destruye un hormiguero para edificar un edificio».
¿Significa esto que nosotros somos las «hormigas» y la razón por la que no hemos hallado alienigenas es, sencillamente, porque nuestra civilización no ha sido involuntariamente destruida por alguna figura de vida inimaginablemente superior?
No. La contestación, para Berezin es que quizá nosotros no seamos las hormigas, sino los futuros destructores de todos esos mundos que llevamos tanto tiempo buscando. «Asumiendo que esta teoría es correcta -escribe Berezin- ¿qué concepto tiene para nuestro futuro? La única contestación factible es invocar el comienzo antrópico. Seremos los primeros en llegar a la etapa interestelar, y muy quizá seremos los últimos en irnos».
Los destructores de mundos
El creador insiste en que nuestro triste papel de «destructores de mundos» no debe por fuerza ser intencionado, sino que podría funcionar de figura involuntaria, como un sistema sin restricciones y que escapa de cualquier intento individual de controlarlo.
Berezin ofrece varios ejemplos para ilustrar esta clase de equipos. Uno es la economía de libre mercado y otro, inclusive más cruel, sería una Inteligencia Artificial (IA) que no tuviera restricción alguna a la hora de seguir creciendo.
«Una IA descontrolada -afirma Berezin en su artículo- podría, en potencia, poblar todo nuestro supercúmulo galáctico con copias de sí misma, convirtiendo cada sistema solar en una supercomputadora, y no serviría de nada preguntarle por qué está haciendo eso. Lo único notable es que puede».
Se trata, sin duda de una perspectiva gran cantidad aterradora: básicamente, nosotros podríamos ser los ganadores de una carrera mortal en la que ni siquiera sabíamos que estábamos compitiendo.
El propio Berezin asegura que espera que su idea no resulte ser cierta, y que la realidad sea, como opinan diferentes investigadores, demasiado más benévola. De otro modo, jamás podríamos entrar en contacto con nadie, porque iríamos destruyendo todas las culturas menos avanzadas que se fueran cruzando en nuestro camino…
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