¿Qué había anteriormente del Big Bang?

La hipotesis del Big Bang como explicación al origen del cosmos es aceptada por la inmensa mayoría de los físicos y cosmólogos, puesto que son cuantiosos los datos que apuntan a su veracidad. Entre los mismos podemos sobresalir la distribución de los elementos químicos en el cosmos, la datación de los más viejos en unos 14.000 millones de años y, sobre todo, el hallazgo en 1965 de la radiación de fondo de microondas –en verdad el «eco» del Big Bang, originado en la «explosión inicial»– que impregna todo el universo. Sus descubridores, los astrofísicos Arno Penzias y Robert Wilson, ganaron por ello el Premio Nobel de Física en 1978 y validaron definitivamente la tesis del Big Bang. 

Pero, ¿en qué consiste? Básicamente explica que hace unos 14.000 millones de años se produjo una enorme explosión –los físicos prefieren referirse a la misma con el concepto más descriptivo de «singularidad cuántica»– de la que surgió una sopa de partículas elementales exageradamente caliente, que desde por lo tanto se va enfriando al mismo tiempo que está expandiéndose. Durante los primeros minutos la unión de los quarks dio lugar a los protones y neutrones, y despues surgieron los núcleos del hidrógeno, el deuterio y el helio. Habría que esperar unos 300.000 años para que la temperatura descendiese lo bastante como para permitir que esos núcleos se unieran con los electrones para formar los átomos. Así, en un extenso y complejo proceso, miles de millones de años después surgieron los astros y los mundos.  

¿Quién diseñó las leyes de la naturaleza?

Dicha hipotesis puede aclarar convenientemente la creación del cosmos desde el instante de la «gran explosión». Pero la gran duda sin contestación es qué había anteriormente del Big Bang, cuestión que sigue causando inquietud a los investigadores, porque no pueden ofrecer una solución válida a lo que ocurría en el llamado «tiempo cero». Desde un lugar de vista matemático, se llega a un callejón sin salida –denominado «singularidad» de un modo eufemístico–, pues algunas magnitudes como la temperatura o la densidad de la energía deberían ser infinitas. 

Con Stephen Hawking a la cabeza de un batallón de investigadores ateos, éstos plantean una explicación al Big Bang que borre de un plumazo la existencia de una provoca primera y, por lo tanto, de un causante (Dios). Proponen un argumento que nada tiene de investigador, sino que en todo suceso entra en el campo de la filosofía más especulativa o inclusive en el de la pseudociencia. En verdad, nuestro cosmos y diferentes demasiados paralelos –Hawking defiende la existencia de infinitos universos alternativos conectados por infinitos agujeros de gusano– habrían nacido como consecuencia de un proceso de fluctuación cuántica en el cosmos vacío o la nada. Pero, ¿qué es la nada? ¿Y cómo puede nacer algo de la nada? Ni Hawking ni ningún otro ser humano tiene la contestación. Se trata, en todo suceso, de una argucia lingüística para evitar referirse a una Provoca Primera, Inteligencia Universal o Dios. 

Nuestro cosmos y diferentes demasiados paralelos habrían nacido como consecuencia de un proceso de fluctuación cuántica en el cosmos vacío o la nada. Pero, ¿qué es la nada?

Pero, además, olvidan una cuestión fundamental: el cosmos no sólo está constituido por los objetos que hay en el mismo (astros, personas, protones, galaxias…), sino además por una serie de leyes de la naturaleza que rigen su funcionamiento, como las fuerzas fundamentales a las que nos referimos con anterioridad. Por tanto, si la materia hubiese surgido como consecuencia de dicha fluctuación cuántica, lo habría hecho siguiendo determinadas leyes previos a la propia existencia de dicha fluctuación o Big Bang. Esta cuestión plantea un modernos interrogantes: ¿De dónde surgieron esas leyes? ¿Qué o quién decidió que fuesen de ese modo? ¿Cómo es factible que se dieran las imposibles circunstancias tanto para el nacimiento de la materia como de la vida?