El fallecido astrofísico Stephen Hawking defendía que el Big Bang dio lugar a innumerables universos alternativos que coexistirían unos con diferentes, pero que aun no seríamos capaces de detectar con nuestra primitiva tecnología, aunque ya hay cuantiosos datos investigadores que apuntan en tal dirección (AÑO/CERO, 283). Así, la inmensa mayoría de esos universos habrían fracasado, pues no tendrían el equilibrio de fuerzas adecuado para su expansión y para el nacimiento de la vida, pero en varios de entre todos esos –infinitos o casi infinitos según Hawking– se habrían dado las imposibles circunstancias azarosas que harían factible un cosmos estable. El nuestro, no hace falta aclararlo, sería uno de esos «privilegiados». en cambio, esta tesis continúa sin encontrar solución a la cuestión fundamental: ¿De dónde proceden esas propiedades iniciales de la materia, esas leyes por las cuales se produjo el Big Bang que generó el nacimiento de incontables universos? ¿Hubo una Inteligencia Creadora anterior que lo originara?
¿De dónde proceden esas propiedades iniciales de la materia, esas leyes por las cuales se produjo el Big Bang que generó el nacimiento de incontables universos?
El propio Hawking ha matizado su argumento en más de una ocasión. Como ejemplo, durante una entrevista concedida a la BBC, la reportero Sue Lawley le preguntó sobre Dios, a lo que el astrofísico contestó lo siguiente: «Lo que mi obra ha mostrado es que no hay que decir que el modo en que empezó el cosmos fue el capricho personal de Dios. Pero incluso queda una cuestión: ¿Por qué se molesta en existir el cosmos? Si usted quiere, puede definir a Dios como la contestación a esta duda».
La intensidad del Big Bang
Pero hay otro inconveniente más que se suma a los ya mencionados y que apunta directamente al corazón de la tesis del azar. Me refiero a la intensidad de la explosión durante el Big Bang. Antonio Fernández-Rañada, catedrático de Física Teórica en la Universidad Complutense de Madrid y creador de un texto alucinante –los investigadores y Dios (Nobel, 1994)–, explica el porqué de mencionado enigma en su creación: «Si hubiese sido un poco más violenta de lo que fue (la Gran Explosión o Big Bang), la materia se hubiese dispersado tan deprisa que no habrían podido formarse las condensaciones que dieron lugar a los astros y los mundos: no estaríamos aquí. Si hubiese sido más débil, el proceso sí se hubiese iniciado, pero sin llegar luego a buen puerto. La gravedad habría frenado la expansión, interrumpiéndola con un colapso catastrófico, que llevaría a la naciente vida a un aborto seguro. La intensidad de la explosión tuvo que ser la correcta, ni muy fuerte ni muy débil: lo justo. Con poco margen de error. El cosmos acertó: ¿fue una casualidad?».
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