Cuantiosos antropólogos aún tratan de dilucidar los misterios que se han planteado desde el hallazgo de distintos cráneos humanos peculiarmente deformados —que datan de hace varios miles de años— encontrados en yacimientos de distintos puntos de América. Surgen serias dificultades a la hora de volver a construir el contexto cultural de los individuos a los que pertenecían estos viejos remanentes óseos, dificultades que radican en la carencia de información sobre de su antigüedad y origen. Esto parece aumentar aún más el halo de enigma en que están envueltos dichos hallazgos.
En el Museo Arqueológico de Lima y, asimismo, en el Museo Regional de Ica , ambos en Perú, se localizan varias vitrinas que exponen variedades de estos cráneos, de formas muy dispares, que curiosamente habrían pertenecido a distintos grupos humanos de Sudamérica; principalmente del propio Perú. Se estima que estas anomalías fueron provocadas en su tiempo, de figura intencionada, por motivos religiosos, estéticos o de prácticas rituales, como se sabe que sucedía, por ejemplo en la antigua Nubia(Egipto) y en diferentes culturas de Asia, África y Europa.
Vitrina con cráneos deformados en el Museo Regional de Ica, Perú. (Namiac/ CC BY-SA 3.0 )
Según la principal teoría desarrollada al respecto, el mecanismo de deformación iniciaría desde la niñez del individuo, utilizando tablillas opresoras, cintas de cuero u diferentes artilugios que comprimían la caja craneal en un sentido determinado, forzándola a desarrollarse en una dirección no habitual, aunque sin modificaciones de su capacidad volumétrica. De hecho, la diversidad de las deformaciones encontradas ha dado lugar a una clasificación morfológica de cuatro categorías: Cabeza Cónica (o Coneheads), figura de «M», figura de «J» y por último, la que podría ser más antigua, «premoderna». Además, varios antropólogos hacen otra división de las deformaciones por «tipos» y hablan así del tipo Opa, Pampas, Aymará, Cavernas, Necrópolis, Nazca, Palta, etc.
Los interrogantes sobre de estos curiosos cráneos son de naturaleza muy variada. Un claro ejemplo de ello es el cráneo catalogado como nº 177 proveniente de Paracas, al cual por la chatura de su porción frontal los antropólogos que se basan en la Teoría Evolucionista de Darwin lo clasificarían en el interior de la rama antecesora al Neandertal. Pero este cráneo posee, en cambio, un maxilar inferior muy similar al del hombre moderno. Una de las hipótesis surgidas en el intento de clarificar esta anomalía, es que este espécimen pertenecería a una especie «pre-moderna».
Homo sapiens sapiens – Deformidad craneal provocada intencionadamente (“deformidad peruana”), Cultura Proto-Nazca (200 a. C. – 100 a. C.), región de Nazca, Perú. Museo de Toulouse, Francia. (Didier Descouens/ CC BY-SA 4.0 )
Pero con este bien conseguido e hipotético “parche” surgiría una cuestión aún más enigmática, ya que según la teoría convencional la especie humana habría comenzado a caminar por tierras norteamericanas como máximo unos 35.000 años anteriormente de Cristo, y habría llegado a Sudamérica aún más tarde. Es decir, que todos los remanentes humanos hallados deberían tener ya la complexión del hombre moderno, por lo que la aparición de un cráneo de estas características se sumaría a la lista de diferentes diferentes hallazgos arqueológicos que hoy ponen en tela de juicio gran cantidad de las teorías formuladas por la antropología moderna, incluida el pilar que representa para ésta el darwinismo.
Es más: estas extrañas estructuras proponen aún un plus de cuestionamientos para los estudiosos de la «evolución del homínido», porque los cráneos en «M» y «J» también presentan características poco convencionales. El cráneo en «J» posee unas órbitas oculares sobre todo grandes —aproximadamente un 15% mayores de lo habitual— mientras que el cráneo tipo «M» posee las protuberancias que le dan su nombre característico, con una simetría inmejorable, que es casi increible de lograr adoptando presiones mecánicas externas. Pero no todo termina aquí, ya que estos dos últimos tipos (sobre todo el «M») tienen una capacidad craneana descomunal en comparación con los tipos conocidos, que es de aproximadamente 3.000 centímetros cúbicos. En comparación, el hombre moderno tiene una capacidad promedio de 1.400 c.c.
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