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Antibióticos y Superbacterias

Hemos hablado un poco en estas páginas del inconveniente que enfrentamos a provoca del surgimiento de “superbacterias”. El abuso de los antibióticos durante los últimos 80 años ha llevado a que gran cantidad cepas comiencen a generar resistencia, lo que pone nuestros grandes avances de medicina en el umbral de la catástrofe. Una epidemia bacteriana inmune a los antibióticos podría muy bien recomenzar la era de las pandemias globales, la cual superamos apenas un siglo atrás.

La era de los antibióticos se inauguró cuando Alexander Fleming descubrió que uno de sus cultivos de bacterias había sido contaminado por un hongo y estas habían muerto. Aunque no fue el primero en notar el hecho (ya hace 2.500 años se usaba moho de la soya para combatir algunas infecciones en China) sí fue el primero en aislar la sustancia y utilizarla para combatir las dolencias.

Pero hoy los antibióticos ya no son tan efectivos como anteriormente. Pese a que siguen siendo fundamentales no bastan para combatir las nuevas dolencias. El descubrimiento que nos brindaron los hongos no tiene demasiado más que ofrecer.

Pero en cambio podemos estar obteniendo auxilio de los virus.

Virus

Un virus es, esencialmente, un robot. Un trozo de ADN envuelto en una cápsula de proteínas, diseñado para rastrear células de un tipo determinado, invadirlas y utilizarlas para replicarse (destruyéndolas en el proceso). No puede sobrevivir por sí mismo. No se alimenta. No se mueve autónomamente.

Nadie sabe bien de dónde salieron, o cómo pueden existir, pero llegar al punto es que lo hacen. Son un peligro por sí mismos para los entes humanos, pues causan incontables dolencias. Pero así como nos atacan a nosotros, también atacan a todos los demás organismos del mundo.

Incluyendo las bacterias.

Y esto es algo que conocemos más o menos desde el lapso en el que sabemos los antibióticos.

Un disco petri en el que se ve el efecto de los bacteriófagos en un cultivo de bacterias

URSS

Cuando la URSS nació era un país pobre y lleno de necesidades. En los tiempos de Joseph Stalin ya se conocía la capacidad de los virus para combatir a las bacterias (fue descubierta por Frederick Twort, científico británico, en 1913). Pese a que para por lo tanto los antibióticos ya eran la medida “estándar” de combatir las infecciones, la Unión Soviética no tenía demasiados recursos y no podía traerlos de los países que los producían.

Así que el gobierno de Stalin viró hacia Tiblisi (hoy Georgia), lugar en el que más de una década atrás el microbiólogo George Eliava había fundado un instituto dedicado al ensayo de estos virus (llamados bacteriófagos) y comenzó a investigar.

En aquel lapso esta decisión no tenía tanto sentido. Los antibióticos eran demasiado más eficaces que los virus y podían producirse en masa (uno solo atacaba un vasto número de bacterias), mientras que los virus tenían que crearse para cada cepa específica. Esto, que hacía lento su desarrollo, podría ser lo que hoy los convierta en un arma fundamental, pues uno de los contratiempos de los antibióticos es que por su uso generalizado es más fácil que las bacterias generen resistencia.

Bacteriófagos

Existen en total unos 10 millones de billones de billones de bacteriófagos (o 1000000000000000000000000000000) en la Tierra… o por lo menos, eso se calcula. Si tuviéramos acceso a todos seguramente podríamos curar todas las dolencias bacterianas que sabemos.

Desarrollar un tratamiento toma tiempo (hay que tomar una especie afín a la bacteria y iniciar a mezclarla con la cepa incluso que se genere un virus potente), por lo que no serviría en el suceso de dolencias rápidas,pero sí podría ser la contestación a dolencias de lento desarrollo que cada vez más responden a los antibióticos. Y al hacerlo, y reducir el uso de éstos, podría también iniciar a revertirse la peligrosa marea que ha ido tomando figura.

Tiblisi sigue siendo la cuna de los bacteriófagos, y aunque en Europa y América aún no legalizan su uso se espera que en los próximos años este tratamiento se vuelva estándar para algunas infecciones. Por actualmente, la ciudad de Georgia es la meca de miles de enfermos que buscan una solución que los antibióticos no han podido brindarles.

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Por Sandra