Los vivos piden auxilio a los muertos: la antigua magia de invocación de los difuntos
Aunque parece como si Halloween fuera una artimaña comercial moderna diseñada para que gastemos nuestro dinero duramente ganado en una celebración norteamericana, no es el suceso. De hecho, disfrazarse, tocar a la puerta de los vecinos y pedir comida en esta era del año es una tradición muy antigua. Comunidades de las Islas Británicas ya tomaban parte en rituales parecidas en épocas tan antiguas como el siglo XVI .
Durante siglos, la gente ha creído que éste era el tiempo en el que la frontera entre nuestro planeta y el de los espíritus se volvía permeable. Atuendos terroríficos y rituales específicos estaban diseñados y eran utilizados para ahuyentar o aplacar a los espíritus maléficos que vagaban por la tierra en la Víspera de Todos los Santos (‘All Hallow’s Eve’ expresión inglesa que acabó convirtiéndose en el conocido ‘Halloween’ de nuestros días). Pero además se han hallado evidencias de que la villa llano, en la era de la antigua Grecia y el Imperio Romano, usaba encantamientos mágicos a lo largo de todo el año para invocar a los difuntos y pedirles que ayudaran a los vivos.
Inscripciones mágicas en tablillas de plomo datadas entre los años 300 d. C. y 500 d. C. Marie-Lan Nguyen ( Public Domain )
Aunque los romanos sin duda invocaban a los espíritus para pedirles auxilio, además sentían la necesidad de apaciguar a los muertos. Según el poeta romano Ovidio , en las festividades de Lemuria celebradas en el mes de mayo, el pater familias – es decir, la primera autoridad del hogar – deambulaba alrededor a la casa a medianoche arrojando al suelo alubias negras para pacificar a cualquier eventual alma ancestral con afán de venganza por no haber sido debidamente enterrados sus remanentes.
De este modo, los romanos tomaban precauciones parecidas respecto a los espíritus iracundos, aunque al igual que los griegos, además contemplaban la posibilidad de utilizar a estos vengativos difuntos en su búsqueda cotidiana de la felicidad.
Viejos encantamientos
Los viejos griegos y romanos se preocupaban tanto por su salud y felicidad como nosotros hoy en dia. Pero además perseguían diferentes objetivos más privados –en ocasiones cuestionables– en prácticas calificadas como “magia” ya en el siglo V a. C.
La magia era un vasto negocio en la antigüedad: y aunque sus profesionales eran e veces acusados de ser charlatanes que únicamente perseguían el dinero de sus clientes, continuó siendo una actividad floreciente durante siglos. Se empleaban hechizos para propósitos muy diferentes. Los de tipo erótico, por ejemplo, que se lanzaban para llamar a alguien o captar el interés de la persona amada, eran muy famosos. Pero además se usaba la magia para confundir el discurso de un adversario ante el tribunal, conseguir que los caballos por los que apostábamos ganaran en las carreras o maldecir al ladrón que hubiera robado nuestro dinero.
El eventual éxito o fracaso de la magia dependía de la precisa combinación y ejecución del hechizo, sus ingredientes y el ritual. Era de capital importancia a la hora de lanzar un hechizo recibir la asistencia de la entidad asombroso correcta.
Mucha gente invocaba a las deidades Zeus o Júpìter, y a arcángeles o demonios como el terrorífico Abraxas. Pero los difuntos contrariados ofrecían un potencial equivalente: griegos y romanos pensaban que aquellos que habían muerto anteriormente de tiempo, como niños o soldados, eran espíritus particularmente activos y con frecuencia proclives a ofrecer auxilio.
‘Maldigo a Tretia Maria, su vida y su mente, su hígado y sus pulmones, todo ello lo maldigo…’ Marie-Lan Nguyen. ( CC BY 2.5 )
Demasiados de estos hechizos, escritos sobre tablillas de plomo, han sido descubiertos en cementerios en el interior de sepulturas o en sus cercanias, tablillas que se localizan en ocasiones dobladas y e veces perforadas.
En una colección de hechizos denominadaPapyri Graecaem Magicae , (‘Papiros Mágicos Griegos’), uno de los hechizos da instrucciones para aquellos que deseen llamar a la persona amada:
Ve velozmente a donde haya alguien enterrado […] extiende una piel de burro bajo él hacia el atardecer. Vuelve a casa y él se encontrara allí y se quedará contigo esa noche […] Di: “Yo te conjuro, alma difunto, por el Destino de los Destinos, que vengas a mí, [nombre de la persona], en este día, en esta noche, y accedas a este acto de servicio a mí. De no ser así, te sobrevendrán modernos castigos”.
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