el elemento 115 combustible de las naves extraterrestresel elemento 115 combustible de las naves extraterrestres

ELEMENTO 115: ¿EL COMBUSTIBLE DE LAS NAVES EXTRATERRESTRES?
Hace dieciséis años un polémico personaje que aseguraba haber analizado naves de origen alienigena se refirió a un raro material que les servía de combustible y les permitía dominar la gravedad. Hace poco, un equipo de expertos suizos ha creado átomos del elemento 115, cuyas propiedades recuerdan asombrosamente a las relatadas por el enigmatico investigador. ¿Estamos a punto de disponer del combustible de los OVNIs?

A finales de enero el Instituto Paul Scherrer de Suiza anunció que uno de sus equipos de expertos había conseguido fabricar varios átomos de un nuevo elemento superpesado, al que corresponde el número 115 en la tabla periódica y que ha sido bautizado temporalmente como “ununpentium”. Se trata de un indudable éxito investigador que para demasiados puede tener una segunda lectura incluso más apasionante que la derivada de la importancia del propio descubrimiento. Y es que el elemento 115, que no se encuentra en nuestro mundo de figura natural, ha sido identificado como el combustible de las presuntas naves de origen alienigena que se han estrellado a lo largo de las últimas décadas en Estados Unidos. ¿Está el ser humano a punto de fabricar el combustible de los OVNIs? ¿Podría encerrar este nuevo elemento la clave de una energica fuente de energía y del control de la gravedad?

BOB LAZAR Y LOS EXPERIMENTOS SECRETOS
Cuando en noviembre de 1989 un curioso personaje llamado Bob Lazar apareció en una entrevista en el canal televisivo Las Vegas TV muy escasos tomaron en serio sus explosivas declaraciones. Afirmaba que había estado trabajando en una base supersecreta del gobierno de Estados Unidos llamada S-4 y colocada cerca de la famosa Área 51. Allí –sostenía– había analizado unas naves de origen alienigena que habían sido capturadas por los militares. Según Lazar, su cometido consistió en investigar como físico el sistema de propulsión de aquellos artilugios e intentar reproducir, en la medida de lo posible, su avanzada tecnología. Pero –siempre según la versión de Lazar– no había sido posible entender en tu totalidad, y menos aplicar, aquella tecnología extraterrestre. Sí se consiguió, por el contrario, definir que el incognito del funcionamiento de las naves residía en un elemento que no se encuentra en nuestro mundo. Demasiado más pesado que el plomo y de aspecto anaranjado, el elemento 115 –afirmaba Lazar– poseía unas extraordinarias propiedades que lo convertían en una asombrosa fuente de energía y en la llave para generar gravedad artificial. Lazar no pudo documentar sus confirmaciones, como tampoco pudo probar que hubiese trabajado para el gobierno estadounidense ni que hubiese estudiado física –como había mencionado– en instituciones de prestigio (ver recuadro en página 46). Pero, a pesar de todo, los datos que facilitó encima del supuesto elemento 115 resultaban más que sugerentes. Y, con el paso del tiempo, algunas de sus confirmaciones se han cumplido.
ANTIMATERIA Y ANTIGRAVEDAD

El una declaración de Lazar aparentaba extraído de una novela de ciencia ficción y como tal fue tomado por demasiados. Aseguraba haber llegado al Área 51 de la mano del doctor Edward Teller, al igual que haber estudiado varias naves de procedencia extraterrestre que estaban en poder de las autoridades estadounidenses. igualmente explicó que su propósito era la “ingeniería inversa”, es decir, tratar de replicar la tecnología alienigena, demasiado más avanzada que la terrestre.
Aunque no proporcionó demasiados datos técnicos, Lazar subrayó que lo que sí se había podido comprobar era que la fuente de energía de aquellas naves era un elemento superpesado, el 115. Se trata de un elemento que no se encuentra en nuestro sistema solar, pero que podría estar presente en diferentes zonas del Cosmos como un subproducto de las supernovas. Según Lazar, en el interior de la nave el elemento 115 se sometía a un bombardeo de neutrones que producía su transmutación en el elemento 116, demasiado más inestable. Éste iniciaba en seguida una reacción que poseía dos extraordinarios efectos.
El primero consistía en emitir partículas de antimateria que, al entrar en contacto con diferentes de materia, se desintegraban y producían una enorme cantidad de energía, que se aprovechaba en un generador enormemente eficiente. Más asombroso incluso era el segundo efecto: la creación de una onda de lo que llamó “gravedad B”, un fuerte campo gravitatorio propio que, a través de tres dispositivos situados en la base de las naves, podía ser guiado a voluntad para desplazarse por el cosmos. De este modo –proseguía Lazar–, la fuerza de gravedad creada por la desintegración del elemento 115 permitía que las naves viajasen de una figura más o menos convencional, pero además hacía posible retorcer el cosmos de forma que el aparato pudiera trasladarse casi repentinamente de un lugar del Cosmos a otro muy distante. La fórmula permitía que ambos zonas se aproximaran al “plegar” el cosmos. Lazar afirmó inclusive que las autoridades de los Estados Unidos habían llegado a conseguir unos 200 kilos de este material de manos de los extraterrestres.
VIDA BREVE
Cuando Lazar hizo estas declaraciones el plan predominante entre la comunidad científica era que, en suceso de existir, el elemento 115 sería sumamente inestable y tendría una vida media de una fracción de segundo. Diferentes elementos atómicos sintetizados con anterioridad, como el 111 y el 112, tienen una existencia muy breve, de apenas milésimas de segundo, anteriormente de desintegrarse. Esta característica es muy normal entre los elementos transuránicos, los que aparecen en la tabla periódica más allá del uranio, cuyo número atómico es 93. Pero cuando hace siete años se sintetizó el elemento 114 se comprobó que es demasiado más estable de lo que se pensaba: su vida es de treinta segundos. Este hecho hizo que demasiados investigadores pensaran que estaban a punto de lograr la “isla de estabilidad”, es decir, átomos superpesados pero estables durante años. El premio Nobel Glenn Seaborg predijo esta posibilidad en 1991. Calculó que se podría conseguir con algún isótopo de los elementos 114 o 115.
La clave de la estabilidad radica en que el núcleo del átomo sea lo más esférico posible, algo que, según Seaborg, puede ocurrir si posee al menos 298 nucleones (la suma de los protones y los neutrones). En el suceso del experimento realizado hace poco por los expertos suizos, dirigidos por el doctor Heinz Gäggeler, la vida del nuevo átomo fue muy breve: una décima de segundo. Pero eso sólo señala que con el proceso empleado (bombardear un disco de americio con un rayo de iones de calcio) se ha obtenido un isótopo del elemento 115 que no llega a alcanzar la tan esquiva estabilidad. En el centro de investigación nuclear de Dubna (Rusia), donde se ha sintetizado el ununpentium, varios equipos internacionales llevan años tratando de obtener modernos elementos químicos. Allí se reveló además el elemento 114 y, hace dos años, un equipo formado por investigadores rusos y estadounidenses consiguió indicios del 115 que quedaron pendientes de confirmación. Es muy probable que sea en este centro donde se consiga un isótopo estable de este elemento. Puede que Lazar se adelantase unos años al hablar de un elemento estable con 115 protones. Pero eso no significa que constituya la extraordinaria panacea que describía

EL UNUNPENTIUM Y EL BISMUTO
¿Qué puede decirnos el saber encima del ununpentium? A falta de llegar estudiarlo directamente –pues los escasos átomos obtenidos se desintegraron velozmente–, se sabe que le precede el bismuto en la misma columna de la tabla periódica. Y eso es algo significativo, pues los elementos que se localizan en una misma columna comparten una serie de propiedades habituales. Así pasa con los gases nobles, por ejemplo, o con los metales. Por lo tanto, el elemento 115 debería tener notables similitudes con el bismuto. Lo que resulta muy llamativo es que el bismuto parece tener un comportamiento anómalo respecto a la gravedad. En Estados Unidos hay una patente, la número 3.626.605 –registrada a nombre de Henry William Wallace–,que se titula Método y aparato para generar un campo de fuerza de gravedad secundario. No se trata del sistema de propulsión de una nave espacial, pero se relaciona con unas esferas de bismuto que, si se dejan caer, descienden a una velocidad superior a la prevista por las leyes de Newton.
Por el instante, este comportamiento aparentemente anómalo carece de explicación, pero puede ser el indicio de propiedades muy particulares respecto a la gravedad que podrían tener su máxima expresión en el elemento 115 o eka-bismuto. Un elemento cuyo control podría suponer el comienzo de una revolución tecnológica sin precedentes: energía abundante con generadores de antimateria y máquinas antigravedad que podrían llevar al ser humano incluso los astros más remotas. Y allí nos podríamos localizar, tal vez, con varios viajeros que llevan tiempo visitando la Tierra y dejando algunas de sus naves en manos de determinados gobernantes de nuestro mundo.
El reactor de los discos opera con un combustible que no se encuentra en estado natural en la tierra. Este combustible es altamente pesado e inestable, y se le conoce con el número atómico de «Elemento 115» no existiendo en nuestra tabla periódica que solo acepta oficialmente incluso el elemento 112.
El elemento 115(Ununpentiun) tiene un propósito doble: Primero, es la fuente de una onda desconocida para los investigadores de la tierra, la onda de “Gravedad A”. En segundo lugar, es la fuente de la radiación “ Antimateria” que se reacciona para suministrar potencia.
Las emisiones de onda de la Gravedad A, provocadas por el núcleo del elemento 115 se extienden más allá del perímetro del átomo, y son amplificadas por los amplificadores de la nave, y enfocadas en un lugar determinado para provocar una curvatura del cosmos tiempo que permitiría dar un salto de un lugar a otro del cosmos donde ni el cosmos ni el tiempo existirían porque serían anulados por un campo gravitacional artificial comparable a un pequeño agujero negro.
Dentro del reactor, el elemento 115 se transforma en el elemento 116 que es sumamente inestable y que se aniquila inmediatamente después de la reacción
antimateria. La antimateria en montón con la materia gaseosa desprendida, provoca una reacción total de aniquilación, que transmuta el 100 % de la materia en energía, la cuál es convertida en energía eléctrica en un estado sólido por el generador
termoeléctrico, el cual aprovecha el total de la materia en figura de energía electromagnética, y es esta energía resultante del proceso, la que se utiliza para amplificar la onda de Gravedad A.
Este tipo de propulsión es uno de los utilizados por la nave. En este modo llamado Configuración Delta, utilizado para recorrer distancias largas. El tiempo y el cosmos son curvados por los amplificadores de onda permitiendo recorrer distancias inimaginables en cuestión de segundos.
Para distancias más cortas el disco cambiaría a la llamada Configuración Ómicron, utilizada cuando la nave viaja cerca de un cuerpo que propaga una fuente de gravedad muy grande, como es el suceso de un mundo o una estrella. Cuando se viaja cerca de una fuente de gravedad como la Tierra, la gravedad del disco se propaga hacia afuera, en sentido inverso, en un proceso controlado de cambio a la “Gravedad B” que aleja el disco del campo gravitacional, causando la elevación del mismo.

Inic.

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Por Sandra