Las sirenas, esos entes de naturaleza fantástica cuyo mito ha llegado incluso nuestros días, tras nacer en la más lejana antigüedad… Creemos que todo lo conocemos sobre de ellas, sobre su sensualidad y en relación a sus hipnóticos cantos. Pero ¿y si en verdad no sabemos tanto o lo que sabemos no es tan riguroso como creíamos? Por ejemplo, la etimología del propio término “sirena”, se ha relacionado con el vocablo púnico «sir» –canto– y el semítico «seiren» –hembra que fascina con sus cantos–. Y de hecho, una de las principales armas con que contaban las sirenas era, precisamente, su atrayente canto capaz de enloquecer y subyugar incluso al más frío de los mortales.
En cuanto a su físico, normalmente se las suele representar como un híbrido con torso y cabeza de doncella y con una larga cola de pez de cintura hacia abajo.
en cambio, además existen las sirenas con cabeza de doncella y cuerpo de ave. En la Antigüedad estaban consideradas como «aves de almas» puesto que disponían de la capacidad de llamar a las almas incluso una agónica muerte y por eso se las representaba como una criatura a mitad de camino entre ave y doncella. Representación que será la que impere incluso la alta Edad Media. Iconográficamente hablando podrían llegar a confundirse con las arpías, (diferentes mestizos con cuerpo de ave y cabeza femenina), pero hay una gran diferencia entre ambos grupos: el aspecto de las arpías era repugnante mientras que el de las sirenas era sumamente atrayente y sensual.
Ulises y las sirenas, óleo sobre lienzo de John William Waterhouse. National_Gallery of Victoria, Melbourne, 1891
La primera constancia escrita aludiendo a las sirenas que conservamos es la que nos ofrece el canto XII de La Odisea en el que se cuenta que Ulises, siguiendo los consejos de la hechicera Circe, taponó con cera los oídos de sus marineros para hacerse atar al mástil y poder escuchar sus cantos sin sucumbir a ellos. Existen textos que nos hablan de sólo dos sirenas. Pero diferentes creencias hablan de tres: Pisínoe (Parténope), Agláope (Leucosia) y Telxiepia (Ligia). O, inclusive, de cuatro: Teles, Redne, Molpe, y Telxíope.
Al parecer que, a través de la transmisión oral de los poemas de Homero, las sirenas fijas a las rocas se fueron transformando en aves voladoras influidas por diferentes culturas como la egipcia y por la representación concreta de Ba, cuya imagen era un pájaro con cabeza humana que volaba desde la tumba para unirse con el Ka.
Las Sirenas y el Arte
El mito de las sirenas ha sido, desde siempre, un asunto del que han gustado demasiados artistas a la hora de elaborar sus creaciones. Esta pasión artística pasó a Roma desde el planeta griego y desde allí se extendió por toda la cuenca del Mediterráneo. Fue en las ilustraciones de libros merovingios y carolingios cuando aparecieron por vez primera en el arte cristiano occidental y con el transcurrir del tiempo las iremos encontrando formando parte de la decoración de capiteles, ménsulas y diferentes elementos arquitectónicos, al igual que en la decoración de las sillerías de coro o en las vidireras de las iglesias.
Ánfora griega decorada con la escena de Ulises escuchando cantar a las sirenas
Durante los siglos XII y XIII conviven las sirenas-pájaro y las sirenas-pez, pero serán estas últimas las que, poco a poco, vayan dominando en la imaginería popular, desbancando a las sirenas aladas.
igualmente se las comienza a representar portando instrumentos musicales y sosteniendo peces o caracolas. A partir del siglo XII normalmente se las acompañará con un espejo o peine, símbolos, ambos, de la seducción femenina por aquellos tiempos. En esta era tienen un carácter moralizador: simbolizan los placeres mundanos, las tentaciones existenciales y las diferentes vanidades. Carácter moralizador que permanecerá vigente incluso el siglo XVI. en alguna ocasión además son representadas al lado a sirénidos masculinos o tritones o, inclusive, al lado a centauros.
Sirena con Tritón. Dibujo ruso anónimo, 1866.
Durante los siglos de arte Gótico, dejarán de formar parte unicamente de contextos religiosos y morales para pasar a formar parte de lo profano y coloquial. Tendencia que continuó a partir del Renacimiento, cuando las sirenas se convirtieron en un mero pretexto para lucir la desnudez del cuerpo femenino, moda que sigue viva en nuestro planeta actual.
Hermosas y seductoras, coquetas y peligrosas, divinas y terrenales… Las sirenas nos acompañan desde hace milenios, susurrándonos al oído esas tonadas malditas que sólo el héroe literario pudo escuchar y contar.
Source: Mundooculto.es