Viajes en el tiempo, vórtices, instantes únicos en donde personas corrientes ven algo que no corresponde y que no encaja según su cosmos y su tiempo, según el instante en el que estén en ese lapso de la cronica. No conocemos definir a día de hoy qué es el tiempo, pero el saber expone que es más una dimensión que se solapa con la nuestra, en la que vivimos, en la que nos desarrollamos. Es una dimensión física pero no la vemos. El tiempo hay pero no podemos apreciarlo, se nos escapa de las manos, no podemos manipularlo. Y lo asombroso es que esa dimensión tiene fallos.
Hoy vamos a investigar un suceso que data de 1932 y que fue escrito por los periodistas Ron Edwards, C. B. Colby, y John Macklin que por supuesto no nos dejará indiferentes. Cogemos la máquina del tiempo (literalmente, podríamos decir) y viajamos a Hamburgo, Alemania. Allí tenemos al intrépido reportero J.Bernard Hutton y al fotógrafo Joachim Brandt en la redacción de un periódico local de Hamburgo hablando con su jefe. Les manda hacer un reportaje sobre los astilleros de la población, imagenes y entrevistas, que se empapen bien del ambiente y que redacten alguna cronica desconocida para el gran público. Y vaya si se empaparon bien, pero no de la forma en la que pensaban hacerlo…
Hutton y Brandt fueron para allá en el viejo coche de la editorial y llegaron al enorme complejo para entrevistarse con tres ejecutivos y diferentes tantos trabajadores con los que habían quedado para comentarles cómo era la vida en los astilleros. Estuvieron toda la mañana hablando, de acá para allá. Les enseñaron todo bien. Amables y atentos. Ya casi tenían el artículo. “Un par de imagenes más”, manifestó Brandt. Y allí anteriormente de irse bajaron a la zona de astilleros ya cuando casi todos los trabajadores se iban para casa.
Estaban solos allí y Brandt puso la cámara con el trípode, disparó un par de tomas y acto seguido empezaron a oir el ruido de unos motores. Un poco raro. Se miraron extrañados. Motores, además de aviones. ¿Qué demonios estaba pasando, y qué aviones eran esos que se acercaban? Se preguntaron asustados, porque aquello sonaba a que procedían directamente hacia allí a toda velocidad. No eran dos o tres, eran decenas de ellos y aparentaba un ataque aéreo. A los dos periodistas apenas les dio tiempo a reaccionar.
Las escenas que vieron correspondían a un ataque coordinado.
Aquellos aviones empezaron a disparar sobre la ciudad y comenzaron a lanzar bombas. Se oían impresionantes ráfagas de baterías antiaéreas que derribaban a varios de esos aviones mientras diferentes lanzaban bombas cuya explosión resonaba en el ambiente de forma impresionante. Era 1932 y no había ningún conflicto armado en Alemania incluso. Las bombas estallaban por doquier ante los ojos de los impresionados hombres. El fotógrafo Brandt sacaba una imagen tras otra de todo lo que veía. Se oían granadas, disparos silbando en el aire, edificios desplomándose por las cargas explosivas que lanzaban los aviones. El olor a quemado del ambiente era tan potente y la destrucción de la ciudad que tenían ante sí era tan indiscutible que tuvieron que refugiarse detrás del coche en un instante dado. Pensaban que iban a morir por una de las bombas.
Imagen de un ataque aéreo de Hamburgo…pero no de 1932…
Toda el área era en la película Apocalypse nowpero en Alemania. Un infierno. Los aviones sabían donde dejar las bombas, en el complejo industrial, en los tanques de combustible, en los grandes edificios que colapsaban unos detrás de diferentes. Eso sí, se dieron cuenta que ellos no podían sentir vibraciones en el suelo. Ese detalle era extrañísimo. Se fijaron en ese detalle y se dieron cuenta de que casi estaban viendo una película, podríamos decir, en tres dimensiones y holográfica delante de ellos. Con ese detalle de la carencia de vibración reaccionaron, se metieron en el coche y corrieron raudos y veloces hacia las baterías antiaéreas que veían disparar hacia los bombarderos. No quedaban muy lejos y, sorprendidos, se encontraron a un hombre en la garita que les pidió que abandonaran el área inmediatamente. Los dos periodistas le dijeron que querían ayudar pero el guardia, con aquel uniforme raro que jamás habían observado, les pidió no muy amablemente que se largaran de allí. Eso hicieron.
La visión de Hamburgo destruido les dejó boquiabiertos
Confundidos, Hutton y Brandt condujeron incluso Hamburgo de nuevo. El firmamento se había tornado oscuro durante el ataque pero actualmente estaba claro y sereno. En un segundo cambió todo. Las calles no tenían cráteres y los edificios seguían intactos. Nadie aparentaba haberse observado afectado por el ataque. De hecho, no había un solo signo del horror que habían presenciado en la ciudad. Era increible porque lo acababan de ver hacía un instante. Giraron su vista y encima del astillero no había columnas de humo negro de las baterías antiaéreas. Fueron de nuevo hacia allí y conforme iban viendo la ciudad detrás de ellos tampoco había columnas de humo de las explosiones que acababan de ver. Una auténtica locura. ¿Qué estaba pasando?
Toda la ciudad de Hamburgo quedó arrasada…
Cogieron de nuevo y se fueron a toda velocidad a la redacción donde comentaron su vivencia a todos sus superiores, que no dudaron de su palabra pero que evidentemente no entendían porqué sus dos mejores periodistas procedían con una cronica así. Brandt estaba más nervioso que Hutton. Él quería desvelar los negativos y dejarse de explicaciones; acababa de hacer decenas de imagenes de un brutal ataque aéreo a la ciudad y quería educar las tomas a todo el planeta para probar que aquello era verdad. Las fotografías salieron veladas pero solo alguna de ellas mostraban la ciudad de Hamburgo y los cielos. Sin aviones, sin bombas, sin humo. Fue como si solamente ellos pudiesen haberlo observado. Los dos periodistas juraron y perjuraron que lo que les había pasado era real, arriesgaron sus trabajos si era necesario en pos de defender su honor y la cosa quedó ahí, como siempre, en el baúl de los recuerdos de lo extraño que de vez en cuando abrimos en ufopolis porque nadie más lo abre.
Ni rastro de los bombardeos tras salir de aquel raro túnel del tiempo.
¿Cómo termina la cronica? Justo después de iniciar la Segunda Guerra Mundial, Bernard Hutton, el intrépido reportero de esta aventura se mudó a Londres. En 1943 se levantó una mañana y de camino al trabajo se compró un periódico en donde se enteró del bombardeo a su ciudad natal Hamburgo. Pasado el colisión lógico, empezó a investigar las crónicas y las fotografías. Eran exactamente iguales escenas, los mismos ataques y los mismos aviones que él había presenciado 11 años anteriormente. La escena de destrucción ya la conocía. Sabía qué edificios seguían en pie y cuales no. Lo sabía porque ya había estado allí.
Los periodistas identificaron las imagenes de 1943 con lo que les ocurrió en 1932. Murieron 40.000 personas.
Un suceso curioso y alucinante que nos hace pensar en lo que hablábamos sobre los vórtices en la tierra que se crean por las anomalías magnéticas entre nuestro mundo y el sol. ¿Y si aquellos dos hombres se encontraron en medio de una de estas anomalías? ¿Por qué esa escena del ataque y no otra, digamos en el año 2092?
El patrón podría ser el propio tejido espacio-tiempo, la rasgadura que se produciría en la realidad ante los dramas, los ataques, la guerra. Algo tan duro y tan fuerte que marca un lugar y que condiciona que si hay una anomalía, ese es el instante que se recreará por siempre.
Nos quedamos con esas fotografías que salieron veladas, quizá porque era una experiencia que pudo afectar a la propia tecnología de la cámara y además nos quedamos con la rostro de escasos amigos del guardia de seguridad, nazi él, quizá sorprendido de que dos periodistas vinieran a echar una mano en medio de una guerra. ¿Cómo os habríais sentido vosotros si os hubiera pasado? ¿Qué opináis sobre estos vórtices? Os esperamos en los comentarios y os dejamos con el vídeo que realizamos encima del avión que perdió 17 minutos en una nube con una anomalía espacio-tiempo.
Por ufopolis
La entrada El asombroso vórtice espacio-tiempo de Hamburgo de 1932 se publicó primero en Mundo oculto.