Por primera vez se ha hallado un trozo del colisión de un cometa sobre la Tierra, que fundió la arena del desierto en vidrios empleados como joyas por los viejos egipcios.
¿Habría sido Vidrio proveniente de una bola de fuego.?
Cuando en 1923 se abrió la tumba del soberano Tutankamón, uno de los tantos objetos recuperados del adolescente soberano fue un raro collar.
Entre las piedras preciosas del colgante, destacaba una de color verde-amarillento, llamativamente distinto a todas las demás.
En 1996, el mineralogista italiano Vincenzo de Michele del Museo Egipcio de El Cairo, se fijó en esta joya y la analizó.
Esta habría resultado ser una piedra preciosa, sino vidrio. Pero curiosamente, el fundido de este vidrio era demasiado más antiguo que los primeros egipcios. ¿Es esta una evidencia de que hubo una civilización avanzada demasiado más antigua que la egipcia, a la que inclusive habría que atribuir la autoría de las pirámides?
Al lado con el geólogo egipcio Aly Barakat, de Michele rastreó los orígenes misteriosos de la piedra incluso una región remota del desierto en la frontera con Libia, donde se pueden localizar más cristales como este, y a la que los viejos egipcios llamaban “la roca de Dios”.
La joya fue sometida a una serie de investigaciones y se determinó que era un tipo de vidrio exageradamente duro, formado por 98% de sílice.
Michele localizó el origen del enigmatico material en el Gran Mar de Arena, cerca de la Meseta de Saad, en el área casi deshabitada del sudoeste de Egipto, donde hallaron una serie de pedazos de vidrio sin ninguna aparente vinculación lógica con el sitio.
Estos mismos pedazos de vidrio se convirtieron en un enigma investigador: ¿cómo llegaron ahí? y ¿cómo se habían producido? Una nueva hipotesis vincula el vidrio del collar de Tutankhamón con el cosmos exterior.
El espectrómetro de masas revela que este vidrio contiene un nivel reducido de circón en relación al silicio. El circón es inestable a altas temperaturas y el nivel de degradación se puede correlacionar con la exposición al calor. Al ver la cantidad de circón en muestras recogidas del desierto, se estimó que la arena tuvo que ser expuestos a temperaturas de al menos 1.800 o C.
Alrededor a estas temperaturas se expone la arena cuando es impactada por un rayo. En estos sucesos el silicio se funde creando unas rocas alargadas (perpendicularmente al suelo) llamadas fulguritas. Pero como podemos ver en la imagen, el aspecto de una fulgurita no tiene nada que ver con el de los cristales del desierto.
Otra posibilidad es la formación del cristal por el colisión de un meteorito.
Los cristales que se forman en este suceso son llamadas tectitas, que tienen un tamaño de entre unos milímetros a varios centímetros.
Las tectitas son los minerales más secos conocidos, con un contenido de agua promedio de 0,005%. igualmente se ha descubierto zircón parcialmente fundido en el interior de algunas tectitas
Hay un tipo de tectita, que hay solo en Bohemia (República Checa), que tiene una apariencia muy similar al cristal del desierto.
Se llama moldavita, y es de un color verde oliva traslúcido.
Una característica que los diferencia, es la presencia en la moldavita de rugosidades parecidas a los de los meteoritos. La hipotesis que explica su formación es que un meteorito golpeó la Tierra, y la presión y el calor del colisión derritió las rocas, cuyos remanentes salieron despedidos a la atmósfera.
Éstos se enfriaron a medida que caían de nuevo a la superficie, apareciendo las rugosidades. Pero en el desierto de Egipto no se conocía de la existencia de ningún colisión de meteorito.
Incluso marzo de 2006, cuando Farouk El-Baz, jefe del Boston University Center for Remote Sensing, reveló en imágenes de satélite la marca de un colisión de meteorito de un circunferencia de 30 km, en la zona en la que se localizan estos cristales. Según Farouk, la razón de no haberlo observado con anterioridad es que el tamaño del cráter es enorme, y además se encuentra muy erosionado.
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